miércoles, 31 de julio de 2019

Imaginar lo que aún no se ha imaginado


Pensar el silencio.
Escribir es la respuesta evidente
a las consecuencias del olvido.
John Armstrong

Virginia Baudino, Socióloga - virbaudino@hotmail.com
Escribir sobre el silencio, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo escribir sobre el silencio sin caer en el individualismo inmovilista y apolítico característico de esta época? ¿Cómo escribir de algo que significa ausencia de algo?

¿Porqué el silencio? ¿Cómo evitar escribir del silencio sin caer en la tentación de retirarse al espacio privado que – como argumenta Zizek - contribuye a la dominación neoliberal?

En una cultura donde se privilegia lo inmediato y donde impera una velocidad de cambios sin precedentes, en todos los ámbitos de la vida social e individual, porqué el silencio.

Si actualmente no soportamos el silencio y vivimos en una sociedad, como escribí en otro post, en la que hay que ‘divertirse hasta morir’, y en la que  -argumenta Mark Fisher – la “ausencia casi total de reflexividad crítica” se conjuga con “una capacidad interminable para aceptar cualquier directiva” entonces….porqué volver al silencio.

¿Porqué le tememos al silencio? ¿Es intencional este temor o simplemente seguimos la corriente? Algunos consideran que este miedo al silencio se debe al terror que tenemos a encontrarnos solos con nosotros mismos y, otros, creen – como Marc Augé, Mark Fisher y Fréderick Jameson – que hay una intencionalidad en la abundancia del ruido generalizado al que hemos sido lanzados.  Para éstos, es el sistema el que necesita de nuestra cotidiana inmersión en el bullicio.

En el post anterior a éste, Maribel introdujo un video de Teresa Guardans llamado Pensar el silencio. Pensar el silencio disparó una serie de ideas.



Vivimos en una cultura ruidosa e hiper productiva en la que el silencio es concebido de una manera negativa como ausencia de algo. Sin embargo, hay diferentes formas de pensar el silencio, no sólo como ausencia de ruido, de sonido o de lenguaje, sino también como un estado, una manera de estar presente en el mundo. Los pintores, los poetas, los escritores buscan y necesitan del silencio para realizar sus obras.

Es necesario oír el silencio para mirar el mundo y la realidad, y para comprenderlos, sin por ello tener que necesariamente aislarse del colectivo. Y es necesario para poder conectar con los otros. Es también necesario, eliminar toda la connotación negativa que encierra el silencio. Comúnmente creemos que, si hay silencio, hay muerte y horror u ocultamiento y dolor.

Pero también se puede abordar el silencio desde una perspectiva histórica y política del sujeto. ¿Es posible silenciar el lenguaje – que como filtro para abordar y conocer el mundo nos es transmitido y aprehendido – para mirar el mundo? Sin el silencio, entre tanto bullicio, no hay oportunidad de que la realidad se nos muestre.

Dice Byung Chul Han que “Nietzsche concibe la asignación de nombres como un ejercicio de poder. Los dominantes "sellan cada cosa y cada suceso con un sonido y de ese modo, en cierta manera, toman posesión de ellos". Por consiguiente, el origen del lenguaje "sería la expresión de poder de los dominantes". Los lenguajes son "reminiscencias de las antiquísimas apropiaciones de las cosas". Pero sin lenguaje no hay historia, no hay narración.

El silencio, podría ser una alternativa para, como argumenta Didier Eribon “romper con las categorías incorporadas de la percepción y de la significación, ya que es en la inercia social donde estas categorías son vectoras, con el fin de producir una nueva mirada sobre el mundo, para abrir nuevas perspectivas políticas.

Y quizás, en esta búsqueda de silencio, podamos construir una forma de ‘repliegue estratégico’ para pensar el mundo social con la consciencia de evitar caer en las tentaciones del sistema “frente al cual la voluntad humana ha quedado obsoleta”.


Buscar el silencio, en esta cultura del ruido e infantilizada, para observar y reflexionar el mundo, como una manera de reconducir el antagonismo e imaginar otras realidades posibles. Para buscar nuevas formas de organización comunitaria y política, en este mundo aparentemente despolitizado, por fuera de ‘las ideologías del bienestar’ tan individualistas.

Tenemos que aprender a pensar y a actuar y a luchar contra aquello que se constituye ideológicamente como "normal”, dice Angela Davis.

Pensar lo que parece impensable, juntar lo que en el conocimiento aparece separado, y separar lo que aparece junto, explorar lo que se nos da por hecho, desde otra perspectiva. Imaginar lo que aún no se ha imaginado.
¿Es posible lo imposible? 
No hubiera sido propio
dedicarles la vida. Pero este instante sí,
como una última puerta abierta a la hermosura, 
mientras la tarde cierra, ya con su voz en vilo,
el pétalo final de una rosa de piedra.
María Victoria Atencia

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