lunes, 23 de diciembre de 2019

Escribir y vivir desde el margen - La literatura del yo


              Dar testimonio
de una manera humana
de levantarse,
preparar el té
y escribir.
Susana Villalba
Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
Hace muy poco leí una serie de entrevistas a un escritor muy pagado de sí mismo, con un pedigrí inconmensurable, apadrinado por Quino, casi hijo adoptivo de Cortázar. Sus padres frecuentaban a García Márquez. Creció entre poetas y literatos renombrados de aquí y de allá. Este escritor con pedigrí, cuestionaba las actualmente llamadas ‘literaturas del yo’.

En 1936, Virginia Woolf escribía un ensayo titulado ¿Soy una snob? En este texto decía que “¿Acaso hablo sólo de mí misma, cuando digo que nada de aventura me ha ocurrido desde que ocupé esta inminente, aunque espinosa silla, pero a pesar de ello, sigo siendo, para mí misma, un tema inagotable y de fascinante y angustiado interés: un volcán en perpetua erupción?”

Casi un siglo después de Woolf, el jovencísimo escritor francés, Edouard Louis, escribió un extraordinario libro en el que indaga sobre la escritura de una vida, en ¿Quién mató a mi padre?  que toma el relevo de su libro anterior, Para acabar con Eddy Bellegueule. En ambos libros, este escritor se pregunta acerca de cómo elegir escribir sobre los episodios de una vida, de cuáles escribir y de cuáles no hacerlo. Es decir, ¿qué hay que decir y cómo decirlo? Y, para responder al escritor con pedigrí, ¿por qué no hacerlo?


‘¿Qué es una vida?’, escribió Woolf. ¿Quién es yo? ¿Dónde comienzo yo? ¿Cuándo comienzo yo?, dirá Didier Eribon haciendo referencia a la sociología y al socio-análisis en su libro Principios de un pensamiento crítico.

¿Cómo se incluye, en el relato, lo que ha sido excluido? ¿Cómo hacer para no girar la cabeza y no confrontar con el mundo y la realidad? ¿Cómo hacer para no dejar de lado aquellos determinismos sociales que definen quiénes somos y quiénes seremos? Eribon será enfático al respecto al decir que “el presente depende fuertemente del pasado.”

Como escribirá John Edgar Wideman, escribir sobre mí es escribir también sobre el grupo, sobre el colectivo que represento. Para éste, la cuestión de la identidad personal está ligada a la de la identidad colectiva, “a aquella de todo un grupo a quién pertenecemos.”

Wideman va a indagar, a propósito de la raza, sobre sí mismo, ¿cómo definirse? ¿cómo hablar de uno mismo? ¿con qué palabras? Y lo que es aún más importante, ¿quién posee esas palabras y las crea?
Es el lenguaje uno de los terrenos de batalla, argumentarán no sólo Wideman sino muchos autores. En este campo, quién define y qué es definido por las palabras es determinante. Y aún más, para él, ¿cómo afirmar la raza al mismo tiempo que se la rechaza? Cómo afirmarse en la diferencia para obtener igualdad, escribirá también Joan W. Scott a propósito de las luchas feministas.


Assia Djebar, historiadora argelina, irá aún más lejos al indagar sobre la escritura desde la lengua del adversario. “¿Qué significa escribir sobre la dominación en la lengua dominante o en la lengua de los dominantes?”


Eduard Louis, junto con Eribon, van a enlazar todas estas inquietudes, para abordarlas como cuestiones políticas. Louis va a sostener que la política para unos es una cuestión estética, una manera de pensar, de ver el mundo, una manera de construir una persona. Para otros es una cuestión de vida o muerte.

Lo más curioso, sostendrá, es que los que lo tienen todo, pueden pasar de cualquier tipo de gobierno porque la política no cambiará su vida. Concretamente, para aquellos que hacen la política, ésta no va a tener ningún efecto sobre su vida. Para el resto, es una cuestión de vida o muerte.

Así, sin entrar en detalles teóricos, y siguiendo los trabajos de Pierre Bourdieu y Michael Foucault, Louis – como Eribon - arremete contra aquellos escritores y críticos literarios que hoy cuestionan las llamadas ‘literatura del yo’ y se pregunta el ‘¿Por qué hay vidas menos contadas que otras?’
Por qué no dar voz a aquellos y aquellas que han sido dejados de lado, marginalizados, inferiorizados, colonizados. La historia de los perdedores, aquellos que han sido, y siguen hoy más que nunca, privados de dejar el relato ‘de sus derrotas’, de su existencia, de su sufrimiento, de sus alegrías. En síntesis, el relato de su vida.


Los ganadores escriben la historia, eso ya lo sabemos. ¿Por qué no escribir otras? Re-pensar las cosas, re-pensar lo que se pensaba. ¿Cuándo leeremos las historias de todos y todas los que no ganan en este sistema? ¿Cuándo nos apropiaremos de la palabra para decir lo que no se dice?

La literatura que interesa es la que se interroga a sí misma, la que intenta confrontarse con el mundo. Interesa así, aquella que intenta incluir a los invisibles, a la realidad de los posibles, a la complejidad. Urge, como sostiene la poeta argentina Susana Villalba, ‘proponer otras maneras de decir el mundo’.
Todos estamos atravesados por contradicciones, por historias diferentes, por historias múltiples, argumentará Joan W. Scott remitiéndonos a la idea sostenida por Kimberlé Crenshaw sobre la interseccionalidad.

En nosotros confluye la intersección de muchas identidades sociales, de varias historias, de potencialidades políticas. Éstas nos constituyen, y entran en conflicto unas y otras.

¿Quién soy yo? Eribon dirá que ‘yo’ es una construcción contradictoria, frágil, provisoria y parcial. Nunca está dado todo de una vez para siempre porque ella se reconstruye y se inventa a cada momento. Reconstruir el yo es una tarea infinita e interminable. El yo es personal pero también es social, es historia, es geografía y es político. El yo es una clase.

Volviendo a la entrevista que disparó estas reflexiones, he vuelto mis lecturas hacia aquellos que se sitúan en los márgenes de las formas dominantes de escribir y de escribir una vida. No es literatura, no es tampoco sociología, pero lo es ambas y cada una.


He encontrado una fuente inagotable de escritores y escritoras que escriben desde los márgenes, como gestos de resistencia, dirán Eribon, Ernaux, Wideman y Louis, o como gestos que cuestionan la ausencia de resistencia, la resignación.

Para “cambiar la mirada sobre el mundo, para transformar las percepciones instaladas y así producir, o favorizar, nuevas formas de resistencia.” [Eribon]

Todos estos autores sostienen que hay que re-apropiarse del lenguaje, dar voz a los que no la tienen porque cuando un privilegiado nos dice cómo debe ser el mundo, éste actualiza la frontera entre ser y no ser, entre los dominantes y los dominados, entre los que tienen todo y los que no tienen nada. Entre ellos y yo. Entre ese escritor ‘con pedigri’ y todos los otros.

Toda la tarde caminó
bajo la lluvia
como una forma de sentir
humanidad.