domingo, 18 de agosto de 2019

La vida Facebook, la soledad y esconder la vulnerabilidad



Es un corazón
este holocausto en que me adentro
Oh niño dorado el mundo mata y come.
Sylvia Plath

Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
En 2006, David Foster Wallace publicó Hablemos de langostas, un libro que aborda diferentes e inverosímiles temas. Detrás de las ‘langostas’ se lee la agudeza de un escritor a la hora de retratar lo que no gusta de ser retratado, “las preguntas desesperadas y las convicciones profundas”, con cierta ironía y humor.

Que no falte el humor para abordar lo que de otra forma no es abordable: “cómo ser humano: es decir, cómo ser una verdadera persona, alguien cuya vida obedezca a valores y principios, y no a una simple modalidad especialmente astuta de animal capacitado para la supervivencia.” 

Foster Wallace habla y escribe mucho, cosa que a mí me gusta y cuando lo hace toca muchos temas. Uno de ellos es el de la soledad, que tanto me interesa. No lo hace directamente, pero se desliza en sus textos.

Podríamos parafrasear a Foster Wallace y decir aquí, hablemos de soledad.  Hablar de la soledad es algo peliagudo porque está considerada como un aspecto negativo de la existencia humana. Si estás solo o sola, estás mal. Así se nos ha educado en esta sociedad tan veloz, perfeccionista y exitista.

Los escritores latinoamericanos tienen mucho que decir sobre la soledad. Gabriel García Marquez dijo que toda su obra escrita podía considerarse un gran libro de la soledad, con Cien años de soledad como su máxima expresión. Entendiéndola como un estado que nos imposibilita a amar y a tener empatía con los otros, y también, como desesperanza y contrapunto de la solidaridad.

La soledad, fluye en la identidad de América latina. También Octavio Paz escribió sobre ella en El Laberinto de la soledad, como una manera de entender la identidad de México.

Pero los tiempos han cambiado. Las sociedades han cambiado. ¿Han cambiado?



Olivia Lang escribió La ciudad solitaria, en la que aborda la soledad como “un sentimiento que todo el mundo vive en algún momento” y que en nuestra cultura está muy estigmatizada. Si te sientes sola, o solo, tienes un problema, se profetiza por todos lados.

Y así se nos enseña asociando la soledad con el aislamiento y el silencio. Ya escribí aquí sobre los beneficios individuales y políticos del silencio. Por qué no empezar a intentar desestigmatizar la soledad, para así abordarla desde otra óptica. Usualmente se cree que las personas mayores se sienten solos, cuando los últimos estudios arrojan resultados sorprendentes al respecto, como que son los jóvenes los que se sienten más solos que las personas mayores.

¿Cuántas soledades hay y cuál es la nuestra?

Todos hemos estado, estamos, o estaremos solos en algún momento de nuestra vida. ¿Por qué hacemos como que no? Olivia Lang agrega que buena parte de su estigma “tiene que ver con su ocultación, con que nos sentimos obligados a esconder la vulnerabilidad y las cicatrices como si fueran realmente repulsivas.” Y esto, nuevamente, es estimulado en esta sociedad acelerada que vende sólo felicidad obligatoria, exitismo y perfección. La vida Facebook, dice Maribel. Y Zygmund Bauman dirá que el éxito de Facebook está basado en el miedo a estar solo de las personas.

A estas alturas, este escrito parece un manual de autoayuda, que tanto tanto detesto. Pero quería explorar el abordaje de Lang, aunque a veces me haga ruido, porque me gusta su insistencia en que la “soledad es personal y es política. La soledad (también, agrego yo) es colectiva: es una ciudad. Lo importante es que estemos alertas y abiertos”.


¿Por qué tanto miedo a la soledad? En un contexto donde domina la eficacia, ¿qué utilidad tiene la soledad? Lamento decirlo: en esta cultura ninguna. Aunque, dirá Lang, que para los artistas la soledad es un objeto de su arte.

No hay una forma de soledad, hay muchas. Algunas, los psicólogos acordarán, lindan con las llamadas enfermedades mentales, otras con el egoísmo, otras con la vida y sus momentos, y muchas con la condición humana. ¿Cuál es la tuya?

La soledad nos lleva a hacernos esas preguntas que tienen que ver con el hecho de estar vivos, esas realmente importantes, sobre los valores, la identidad, la muerte, el amor, la sexualidad, la libertad, la avaricia, la razón, la fe, el dolor, el egoísmo.

Dice David Foster Wallace que “el uso de la lengua siempre es político, pero lo es de forma compleja.” Cada época tiene un lenguaje particular, y en él se muestra y se oculta con intencionalidad.

Respecto a la soledad, sólo se incorpora el miedo para hablar de ella. Y esto está al servicio del estado de las cosas. Omitir hablar de la soledad, haciendo como si no existiera, o restringirla al campo de la salud mental, representa un uso político. Si te sientes solo o sola, es tu culpa. Algo habrás hecho o no habrás hecho, dicen.

¿Cuántas soledades hay y cuál es la tuya y la de tu cultura? Los poetas y escritores dicen que la soledad da libertad, y también, que la libertad te conduce a la soledad. Es un camino de ida y vuelta. Y bien sabemos los latinoamericanos qué es la soledad. La soledad es política.

La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.
Wislawa Szymborska