sábado, 19 de junio de 2021

Aprender a vivir por fin - Otras ideas, otros futuros posibles

 


¿Acaso hay alguien que no está en movimiento?

“Creo en la cadena que se enlaza.

Creo en la canción que se teje con las

canciones que llegan de tan lejos.

Creo en la memoria ancestral.

María Teresa León

Virginia Baudino-virbaudino@hotmail.com

El pasado siempre está ahí, en cada rincón, al acecho, esperando. Una piensa que lo ha dejado atrás, pero inexorablemente él se hace presente en cada gesto, en cada silencio, en nuestro cuerpo, en nuestros gustos y hábitos y en nuestras relaciones. Cada tanto nos manda recados. Otras, se presenta así, de improviso, sin dejarnos la posibilidad de salir huyendo. Regresa una y otra vez.

El pasado sobrevive en mí como una parte de mí, lo que recuerdo, lo que está en mí, lo que borré y lo que he querido borrar continúa siendo parte de lo que soy (y de lo que somos). El origen, las huellas de clase, el género, están también ahí, son el pasado y el presente.

¿Cómo abordar el pasado? ¿Desde qué lugar hacerlo? El pasado siempre implica un regreso sobre una misma y a sí misma, pero es un regreso mirado desde las categorías de percepción del presente. Tutearse con los fantasmas y espectros del pasado, requiere mucho esfuerzo. Pero por qué no hacerlo. Al fin y al cabo, allí se encuentran las raíces de los futuros que se nos prometieron.

La escritora española María Teresa León escribió un magnífico libro titulado Memoria de la melancolía en el que, entre otras cosas, aborda su pasado y la memoria de su exilio y traza “un mapa emocional” que es superior al geográfico. 

A través de la narración de su trayectoria vital, la escritora produce algo así como una suerte de emancipación personal. A través de la palaba escrita, de su palabra, vislumbrará la existencia de otra vida posible más allá de la nostalgia y de la melancolía que produce el distanciamiento forzoso con su cultura. A ese desasosiego, la escritora argentina Olga Orozco le llamó “el rincón natal de mi melancolía.”

En ese deambular e indagar en el pasado, León se preguntará ¿Por qué debería seguir los pasos de alguien cuando puedo dar los míos propios? Y yo agregaría la pregunta sobre ¿cómo hacer para que entre el pasado y éste presente haya una tregua?

¿Cuál es el lazo entre el presente y el pasado de una persona? ¿Cuánto de ese transcurrir personal está entrelazado con el discurrir social? ¿Por qué tengo esa imperiosa necesidad de interrogarme a mí misma, de hacer, como dicen algunos, una cartografía de mí, personal? “El origen es un espectro que vuelve desde el pasado cuando parece haber desaparecido”, escribe Mark Fisher y James Baldwin nos ha incitado a acercarnos a él porque “Evitar el viaje de regreso, es evitarse a sí mismo, evitar la vida.”


Cuando el pasado toca a mi puerta, a nuestra puerta, parece imperioso preguntarse sobre el devenir de nuestro itinerario personal porque éste, está inscrito en nuestro presente, en nuestra memoria, en nuestro cuerpo y en nuestras decisiones. ¿Desde dónde reconstituimos el pasado vivido para dibujar el retrato de la persona que hemos sido?

Los fantasmas no desaparecen jamás, siempre están ahí, dando vueltas, para aparecer o por aparecer. Re-pensar el recorrido como una manera de narrarse y bucear en las inquietudes personales más profundas del itinerario, me parece interesante como antídoto para resistir a una sociedad basada en “la rapacidad inhumana”. Quizás, como argumenta Fisher, el problema no sea el sujeto sino la cultura que le rodea.

Una interrogación que es personal pero que también es política. Y es política porque indaga en las desigualdades sociales, en la división de clases de nuestras sociedades, en el género, en la trayectoria de las mujeres, en el efecto que esas estructuras sociales han tenido y tienen sobre la constitución de nuestras subjetividades y de nuestras psicologías individuales. Y sobre nuestro futuro y el de los otros.

Existen muchas formas de opresión que producen sentimientos de inferioridad, como el género, la raza, la etnia, la nacionalidad, pero la más potente, dirá Fisher y en esto hay acuerdo casi total entre los pensadores sociales, es la de la clase social.

“Cada uno de nosotros llevamos la marca del lugar o del medio donde se ha nacido, del lugar que es el suyo o era el suyo cuando nació, pero que siempre estará presente en todas las situaciones que viviremos a pesar de todos los cambios y de todas las experiencias que nos atraviesan”, escribe Didier Eribon. Nunca se escapa lo suficiente.

¿Qué distancia hay entre esa Virginia de ayer y la de hoy? Una distancia que no es sólo biográfica, histórica, vital, sino también de género y de clase. Siempre volviendo sobre mí misma….¿se podrá evitar algún día? ¿Cuánto ruido guarda la memoria? y ¿cuántos olores y sabores también guarda? 

¿Melancolía de qué? No es mi intención deambular por los campos de la psicología, sino más bien, como propugna Fisher, aproximarse a una dimensión política de la melancolía, o a una politización de la melancolía, como rechazo a acomodarse a los horizontes cerrados del capitalismo. Y así desenmascarar las desigualdades visibles de la estructura social camuflada en los discursos de superación personal que recaen sobre las personas.

Desenmascarar esa sensación de inferioridad cada vez que traspasas las fronteras trazadas, de estar en lugares que no te corresponden o en los que nunca estarás a la altura. Desmitificar las derrotas. Pero ¿cómo puede ella escribir esto? No es una escritora de verdad, es cierto, eso lo sabemos, no es seria, y no debería hacer eso. No sabe. No es escritora. Es rara, siempre rara. Tiene defectos….muchos. Debería ser constante. No sabe lo que dice. No se entera de nada. No sirve para nada.

El regreso nunca se termina, es interminable. Se inscribe en el contexto de los momentos de fragilidad, de desarraigo y de incertidumbre. Pero ahí están esos libros, ofreciéndote sostén, que te obligan a levantar la mirada y anotar algo en ese cuadernito de notas. Expatriada y nómade. Virginia Paula.

 “Alguien, usted o yo, se adelanta y dice: quisiera aprender a vivir por fin.” Jacques Derrida

Sin embargo, en las fisuras del sistema empiezan a inventarse prácticas emancipatorias…gestos de resistencia, buscando e intentando hacer crecer nuevas ideas, otros puntos de vista, otros futuros posibles, otros mundos posibles.

“A medida que aprendemos a soportar la intimidad con esa observación constante y a florecer en ella, a medida que aprendemos a utilizar los resultados del escrutinio para fortalecer nuestra existencia, los miedos que rigen nuestras vidas y conforman nuestros silencios comienzan a perder el dominio sobre nosotras”. Audre Lorde