jueves, 21 de mayo de 2020

Escribir y otras alegrías


Mientras mis colegas escriben los grandes versos
de la poesía,
yo hiervo chauchas ballina.
Señora, me dijo el verdulero ni anchas ni finas
pura manteca.
También me dedico a otras alegrías.
Juana Bignozzi
Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
Hace poco leí, en una época pre-covid19, que las mujeres, según algunas periodistas, reproducimos la misoginia económica del sistema porque nos negamos a lanzarnos a por trabajos en los que se gana mucho dinero. El artículo se titulaba ‘El poder de la audacia: demandar tanto como los hombres’.

Las autoras decían algo así como que debíamos levantar los frenos que no nos dejan lanzarnos a por nuestro éxito profesional. Con ello, se pretendía enseñarnos las formas de eliminar la autocensura que, según ellas, no nos permiten despegar exitosamente con nuestra empresa. Para desbloquearnos, o mostrarnos el camino, estaban esas mujeres con un recorrido exitosísimo y excepcional que, nos contaban cómo hicieron para desembarazarse de los determinismos sociales. La conclusión es que, al final final, lo que tenemos que hacer es ser audaces. Punto.

Y, si no triunfamos es porque, en última instancia, no hemos sido capaces de dejar de boicotearnos. Suelo llevar mal eso de que me endilguen culpas. Y antes que aceptarlas y castigarme, prefiero leer, hablar y preguntar porque un argumento como este, que está muy en boga, me deja estupefacta. Años de investigaciones feministas resueltas en un santiamén.
Imagínense la situación, me levanto, voy a desayunar, todo es inusual a nuestro alrededor, estamos obligatoriamente confinados, y mientras desayuno me atraganto con este artículo.

A ver si entendí bien, nosotras no vamos a por el dinero, no somos, por lo tanto, emprendedoras (una palabra que gusta mucho en los albores de este capitalismo del rendimiento), no salimos a luchar con uñas y dientes por el poder, por subir en la escala social lo más alto y rápido posible….Creo que me perdí algo por aquí. O más bien, creo que intencionadamente gracias a estos argumentos decidí detenerme un rato.

“Ayudo a las mujeres, dice Claire Wasserman, a saber cuánto valen en el mercado […] porque el dinero es más que dinero, es poder e influencia.” 

Para enseñarme lo que puedo valer en el mercado, se siguen las enseñanzas de la dominatrix, Kasia Urbaniak que, inspirada en el maestro de perros César Millán, ha creado una escuela para aprender a tener y ejercer poder sobre los hombres. En esta parte del relato, ¡ya me he atragantado con mi café! No sé si me atraganto por la dominatrix y sus consejos o porque me comparen con un perro…

Pedirle a un sistema que se ha construido con el objetivo de explotarte que deje de hacerlo es una ingenuidad. Esto es lo primero que se me vino a la mente. Lo segundo fue lo de que, bajo ningún motivo, cargaré con la culpa de la desigualdad, como si las estructuras del sistema de reproducción hubieran desaparecido en un santiamén.


Joanna Russ, escritora feminista de ciencia ficción y una crítica muy ingeniosa y malhumorada, escribió Cómo acabar con la escritura de las mujeres, y me viene fenomenal para buscar argumentos contra ese tipo de ideas, tan en boga últimamente.

Según Russ, el truco consiste en hacerte creer que tienes libertad para crear y luego, “a través de diferentes estrategias desarrolladas se ignora, se condena o se minusvaloran las obras realizadas por las mujeres.” ¿Te suena? Crea tu camino

Con un estilo en el que la rabia se mezcla con el humor y con muy poca diplomacia, Russ desdeña los lugares comunes y hace primar la solidaridad por sobre todas las cosas. Para empezar, nos insta a crear lo tuyo cuando no te encuentras a vos misma en la cultura. “Si la historia oficial se niega a contarte de dónde vienes, siempre puedes crear tus caminos.” Compartir las lecturas, entre nosotras es un antídoto contra el olvido. Descubrir y compartir a las autoras que existen, y las que existieron, al margen de la cultura formal.

Adrianne Rich nos incitará a acudir “a la poesía o a la ficción buscando una manera de estar en el mundo…buscando con mucho empeño guías, mapas, posibilidades….”

Esto está muy lejos de la dominatrix, aunque nada tengo contra ella.

Rompe con esas expectativas taaan altas

Restablece la credibilidad de la imagen que tienes de ti misma como escritora, pintora, escultora, deportista, entrenadora, periodista, arquitecta, empleada doméstica, maestra, camionera, psicóloga, traductora, bióloga, etc.

El clima de expectativas “es una forma especialmente desmoralizante que tiene lugar en el mandato de no-ser-creadora y que mina el tiempo, la energía y la autoestima, y se introduce de un modo tan intenso en las expectativas que una mujer tiene sobre sí misma que llega a constituir un quiebre en su identidad.”

Pero, sin embargo, escribe

Las mujeres se empeñan en seguir haciendo arte – y lo que sea - a pesar de los obstáculos que se encuentran por el camino. Hace muy poco, vi en un gran museo una exposición temporal destinada a dos pintoras del siglo XVI, Sofonisba Anguisola y Lavinia Fontana. Rebusqué en mi memoria, encontré a Berthe Morisot y a Mary Cassat y me pregunté por las pintoras argentinas y españolas. ¿Dónde están? ¿En qué lugar de la memoria colectiva ellas han sido arrumbadas?


Empecínate

Las mujeres se empeñan en hacer arte, o lo que deseen hacer, a pesar de todas las innumerables trabas que se encuentran por el camino. Créanme, son muchas.

Joanna Russ nos describe esto, el canon oficial, como un club, en el que sus miembros disfrutan de las ventajas de pertenecer al mismo, no se interrogan acerca del origen de esas ventajas, aceptan su situación porque es lo más cómodo y habitual. Dejar entrar a gente ajena al club perturbará a los miembros y a la existencia del club. ¿Por qué molestarnos en abrir las puertas?

Reconoce las técnicas utilizadas para infravalorar tu trabajo

Tómalas con deportividad o si quieres, enfádate. Muchas personas llevan mal lo de perder, especialmente sus privilegios. En tu camino, innumerables formas de desvalorizar tu trabajo se pondrán en juego. ¿Has experimentado algunas? Tranquila, no eres tú, es el sistema.

1.Mira sobre lo que escribiste (no es Serio)
2.Seguro no lo escribiste vos
3.No deberías haberlo escrito
4.Sí, lo escribiste (a veces te dejan entrar al Gran Salón, el de en serio)
5.Tú no eres realmente tú (alguien lo habrá hecho por ti)
6.¿Cómo puede ella haber escrito eso?
7.Esto no es realmente esto: serio, correcto, ¡importaaante!
8.Solo unas pocas lo logran porque deben ser extraordinarias para destacar.
9.Sí, lo escribiste, pero fue suerte, sólo fue uno
10.Sí, lo escribiste, pero su importancia es limitadilla.


Construye tu grupo de apoyo: teje redes

Con un coste considerable de tiempo, energía y confianza, las mujeres crean, para construirse y descubrirse, grupos de apoyos de mujeres. Crea alianzas, busca la solidaridad femenina. Últimamente anda escaseando, pero igual búscala. No te aísles. No necesitas ser Shakespeare para escribir.

Nuestra producción, sea la que sea, parece, dirá Russ, “extraña, no convencional, poco trivial.” No eres lo que se supone que deberías ser. Créeme, sé de lo que hablo, trabajo en un mundo completamente masculino.



Emily Dickinson ha sido tradicionalmente aislada de su generación y de las corrientes literarias, porque “es rara”, “no encaja” o “tiene defectos”. Su “poesía no es lo que debería ser”.
Tuve, y tengo, la suerte de participar en varios de estos grupos. No se crearon con este fin, sino en torno a un proyecto. Así conocí a Maribel y a muchísimas amigas más que me han ido acompañando en mi camino. Que dé sus frutos, es otra cosa, pero ¡qué bien se siente estar acompañada! Porque lo personal es político, lo dijo Kate Millet y también Virginia Woolf en Tres Guineas.


Busca modelos

Las mujeres tejen redes, conexiones entre ellas. Pero cómo hacerlo, por ejemplo, en el caso de la literatura femenina, si han sido ignoradas, ridiculizadas y silenciadas. Las redes, y la búsqueda de modelos, nos permiten evitar el aislamiento y la marginalidad permanente.

Las modelos, cumplen la función de “guías para la acción y de indicadores de posibilidades” porque las mujeres “se enfrentan a un continuo y masivo desaliento”. Necesitamos “tener modelos para comprobar las maneras en que la imaginación literaria ha representado el hecho de ser mujer y también como una garantía de que pueden crear arte sin ser inevitablemente de segunda categoría, sin volverse locas o dejar de ser amadas.”

Emily Dickinson fue considerada, por diferentes escritoras, como ‘una hermana mayor’ o como ‘la madre de todas las poetas’. Yo agregaría a Virginia Woolf, Elisabeth Gaskell, Jane Austen, Luisa M. Alcott y su ‘Mujercitas’, Selva Almada, Juana Bignozzi, Luisa Futoransky y toda una larga lista.

Erica Jong escribió que “ser mujer significa creerse muchas de las definiciones masculinas” que nada tienen que ver con nosotras. Adrianne Rich decía que “tenía un deseo sutil de escribir como lo hacen los hombres” porque así estaba hecho. Hasta que decidió construirse su camino.

“nosotras las mujeres/las poetas…
abandonaremos las ruinas
y encontraremos otra cosa.”

Sin modelos a seguir, se hace difícil alzar la voz y ponerse manos a la obra.  “Privadas de una tradición, acusadas de todo tipo de cosas, de ser indecentes, ridículas, excepciones, indignas de ser amadas, de miseria, de locura y de suicidio, criticadas por ser femeninas, criticadas por no ser femeninas, trabajando con temas equivocados, elitistas o una imitación. Condenadas a ser de segunda categoría o a ser anomalías, aún así, las mujeres siguen escribiendo.”

¡Escribe!

Las mujeres se han colado una y otra vez. Y lo seguirán haciendo. Escriben. Siempre escriben. Escriben cartas, diarios, blogs, recetas, artículos científicos, tesis, cuentos, poesía, novelas…
Escriben dentro del canon, algunas pocas. Escriben en los márgenes, muchas. Porque solo en los márgenes se puede crear. Y para valorar tu trabajo, tienes que romper con lo anterior, para escribir como quieras, porque cada vez que te apliquen los criterios aceptados, te saldrás de la norma y no estarás a su altura.

Virginia Woolf nos alertó sobre la existencia y la importancia de los valores femeninos y los peligros de que las mujeres tengan una mentalidad masculina cuando entran al mercado laboral, también lo hizo sobre la competición por subir en las jerarquías. Hizo hincapié en la gratuidad de las universidades, demandó salarios para la maternidad y para las mujeres solteras. Lo hizo hace más de cien años.

Que escriban las mujeres. Que escriban para evitar caer en la tentación de encajar o de reproducir las normas. Que no te hagan creer que es tu culpa por no entrar en los cánones, en el status quo. No te boicoteas, simplemente no estás de acuerdo con esas normas. Mejor, inventa unas nuevas y escribe, pinta, juega, trabaja, canta, compone...

"No deseaba ya tanto escribir como un hombre, pues había tenido niños, y me parecía que sabía muchas cosas sobre el jugo de tomate, y también que, aunque no las pusiera en el relato, era útil de todas formas para mi oficio el que yo las supiera: de un modo misterioso y remoto hasta esto era útil para mi oficio. Me parecía que las mujeres sabían sobre sus hijos cosas que un hombre no puede saber jamás."
Natalia Guinzburg