lunes, 22 de octubre de 2018

Jugar es vivir - Los niños necesitan el juego libre.


Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com

“Todas las personas mayores fueron niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan.” Antoine de Saint Exupery.

Hace unos días leí un artículo del psicólogo inglés Peter Gray en Books, que había aparecido en Aeon, en el que hablaba de la importancia del juego en los niños. Me gustó tanto que decidí hacer una pequeñísima traducción para compartirlo.

Uno de mis trabajos es el de jugar con los niños. Juego con ellos, y también enseño a jugar. Cuando conocí a Maribel, acababa de publicar su libro ‘Las estaciones y los niños’ y poco tiempo después tenía un club de lectura para niños. Los niños han sido siempre uno de nuestros puntos de encuentro.

¿Qué significa jugar? Según el diccionario, es ‘realizar una actividad o una cosa, generalmente ejercitando una capacidad o destreza, con el fin de divertirse o entretenerse.’

Todos los niños de los mamíferos, incluidos los nuestros, juegan porque es a través el juego que los jóvenes adquirirán las competencias que necesitarán en su vida adulta para sobrevivir.
Así, jugar para Gray, es aprender.

¿Qué aprenden? Aquellas lecciones de vida que no se pueden enseñar en la escuela. Y para aprender estas lecciones, los niños necesitan jugar mucho, muchísimo, y si es posible, sin la intervención de los adultos.

Cuando los niños juegan libremente, en todas las culturas, adquieren ciertas competencias universales agrega, como correr y caminar, y también ciertas competencias específicas valoradas en su cultura.

Hugo y su barco en la playa
Aprenden jugando, también, comportamientos como la responsabilidad – con ellos mismos y con los otros – y que la vida es amable incluso cuando se atraviesan momentos difíciles.

Aprenden, además, que el juego es una actividad social y así aprenden las reglas. En este sentido, dice Gray, el juego es importante como transmisor social porque opera sobre la base del voluntariado – se es libre para jugar y para abandonar el juego cuando se quiera. Y el objetivo es el de ‘satisfacer nuestras necesidades y nuestros deseos, satisfaciendo también las de los otros jugadores.’ 

En él se negocia, se compromete y se aprende a controlar las emociones negativas como la cólera y el miedo. Los niños saben que si quieren jugar deben aprender a controlar estas emociones para utilizarlas de maneras constructivas. Los caprichos pueden funcionar con los padres, pero nunca con los compañeros de juego, dice el autor.

Para los niños, entonces, jugar es una forma de aprender a experimentar la condición adulta.

Los especialistas alertan de que con la carga de actividades escolares y extra escolares, el juego libre comienza a verse privado en la vida de los niños, lo que no representa una forma sana de vivir.

Cuaderno de Saint Exupery. Museo del libro y del Manuscrito. París
Quizás se salga de contexto, pero me gustó mucho lo que el gran escritor Isaac Bashevis Singer, escribió sobre algunas de las razones por las que escribió para los niños. Singer obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1978 y dijo que,
"escribía para los niños porque a ellos les importa un bledo la crítica, porque no leen para encontrar su identidad, ni para liberarse de la culpa, ni para saciar su sed de rebelión ni para librarse de la alienación. Los niños no necesitan la psicología, detestan la sociología, no tratan de entender a Kafka o a Wake, y aún creen en Dios, en la familia, en los ángeles, en el diablo, en las brujas, en los duendes, en la lógica, en la claridad, en la puntuación y en cosas obsoletas. A ellos, continúa, les encantan las historias interesantes y cuando un libro es aburrido, bostezan abiertamente y, no esperan que su amado escritor redima a la humanidad".
Por tanto, desde aquí decimos: ¡Que jueguen los niños!
"El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices". Oscar Wilde

domingo, 14 de octubre de 2018

Educar en el amor a la vida - Natalia Ginzburg y nuestros hijos

Maribel Orgaz - Virginia Baudino
Le propongo a Virginia continuar con las reflexiones de algunas escritoras sobre la crianza de los hijos. Y de inmediato  recordamos un libro que leímos hace ya algunos años de una autora italiana.

-Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg - me dice Vir sonriendo - El primer capítulo que habla del dinero y la vocación era precioso.

Yo también creo que es uno de los más maravillosos textos de amor sobre cómo cómo educar a un hijo, quizá porque es una mezcla de autobiografía, de experiencia real, y reflexión profunda.

-Pero es que no sé ni qué citar porque todo es interesante - le comento a Vir y las dos repasamos las primeras páginas.

-A mí me gustaba mucho cuando dice: "Estamos para consolar a nuestros hijos, si un fracaso les entristece. Estamos para bajarles los humos, si un éxito los ha envanecido. Estamos para reducir la escuela a sus humildes y estrechos límites; nada que pueda hipotecar el futuro, una simple oferta de instrumentos, entre los cuales es posible elegir uno del que quizá, el día de mañana, se valgan".

-Entonces voy a citar también mi párrafo preferido o uno de los que más me gustan, porque me gustan varios: "Lo que debemos realmente apreciar en la educación es que nuestros hijos no les falte nunca el amor a la vida..." Creo - le digo a Virginia - que hay que leer entero este librito. Las reflexiones sobre el dinero, sobre el fracaso.

-Quizá con estos párrafos sea suficiente y se animen a leerlo.

-Seguro que sí, es una pequeña joya.


jueves, 11 de octubre de 2018

El viento te dirá si eres feliz

Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com - Foto: Lago Benito, Alpes Franceses

El filósofo Theodor Adorno escribió, “Es suficiente con escuchar el viento para saber si somos felices.”

Walter me decía que las preguntas imprescindibles de la vida se respondían caminando en la montaña. Él me decía:  "Virgi, esas preguntas sólo se pueden abordar sentados en el refugio Frey, mirando el lago".

¿Por qué preferimos los tomates bio? ¿A qué se debe el auge de los movimientos slow? ¿Por qué hay una explosión del burn-out o de las depresiones? Todo esto y más se pregunta el filósofo alemán Hartmut Rosa...

-¡Y nosotras! - me dice Maribel cuando lee este texto.

-Bueno, Rosa tiene una teoría sobre esto- le contesto.

Según este filósofo alemán, la causa de todo esto es la crisis de las relaciones que la ‘aceleración’ de nuestras sociedades ha producido. Así, el autor observa una crisis en las relaciones con la naturaleza (se puede ver a través de la crisis ecológica que el planeta atraviesa), en la relación con nosotros mismos (se evidencia en el récord del consumo de psicofármacos) y en la relación con los otros.

¿Por qué? Porque la aceleración, dice Rosa, no nos deja tiempo para detenernos y así poder relacionarnos con los otros y con el mundo.

Hartmut Rosa propone el concepto musical de resonancia para lo que podría ser el camino de una buena vida. Este concepto funciona en las relaciones en dos sentidos: escuchar y hablar o preguntar y responder. A través de la resonancia, podemos mezclar nuestra voz con la del mundo.
Refugio de Sales. Alpes franceses
¿Por qué preferimos las verduras de la granja y si es posible que tengan tierra? Rosa argumenta que es así porque a través de este tipo de alimentos nosotros conectamos con la naturaleza. ¿Por qué cuando camino en el bosque pienso que con la brisa, las hojas me hablan? Porque buscamos ávidamente los lazos con el mundo que nos rodea y que nos ha sido quitado.

Siguiendo al filósofo francés Merleau-Ponty, Rosa habla de la posibilidad de la resonancia, de una conversación para así relacionarnos con el mundo, con nosotros y con los otros.

Cuatro criterios deben cumplirse para que haya resonancia:

1)- Que algo exterior me afecte, como una canción, un paisaje o una persona.
2)- Una reacción del sujeto interpelado.
3)- Una transformación, ya que la resonancia aporta algo nuevo.
4)- Imprevisibilidad, ya que la resonancia no se planifica.

Rosa nos invita a explorar la vía de la resonancia, porque ella es algo bueno per se. ¿Habrá encontrado Rosa la clave que tanto estamos buscando o la resonancia sólo será un nuevo elemento de alienación de nuestras sociedades?

sábado, 6 de octubre de 2018

La música de nuestra vida - Virginia musical

Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
A mi amigo Walter le gustaba la música, especialmente la música clásica. Mozart era su preferido. Y tanto que llegó a grabar en la pared de la facultad ¡Viva Mozart! Muchos años después volvió a encontrarse con su graffitti y me contó su historia. Los graffitti ya no son lo que eran….y Walter ya no está conmigo.

Dice Francis Wolf que, “donde quiera que haya un ser humano, hay música.” En todas partes, en todas las culturas y civilizaciones, hay música. Hay algunas culturas que son más musicales que otras. Pienso, por ejemplo, en Brasil y sus ritmos.

Escucho música todo el tiempo. Y cuando Maribel y yo nos vemos, nos mostramos las canciones que hemos descubierto o que nos tienen atrapadas esos días.

Así le escribí contándole que un pastor estadounidense había anotado el canto de los pájaros de su jardín, entre 1860 y 1880, abatido por la tristeza por la muerte de su esposa. Incluso registró el sonido que hacen las gotas al rebotar sobre la hierba, o el del viento. Y compuso ‘La música de los pájaros’. 

A Maribel le encanta escuchar el canto de los pájaros y fue ella quién me regaló el libro de Pascal Quignard, Todas las mañanas del mundo’ (1991).

Bailando tango a la orilla del Sena en París
Nosotros aprendemos que hay distintos tipos de música y que ésta puede ser más popular o más erudita, pero a todos y todas la música nos gusta, nos cambia el estado de ánimo, nos da movimiento, nos emociona. Dice Wolf que la música tiene efectos corporales y espirituales. Esto es posible porque el ritmo está en nuestro cuerpo antes que la música. Nos hace movernos sin ir a ningún lado y cuando bailamos, tenemos la sensación de que el cuerpo va delante de la música.

¿Somos seres musicales? He visto a los niños bailar desde pequeños. He visto cómo las madres cantan una nana a los pequeños para dormirles. He experimentado todas las emociones posibles con algunas canciones fundamentales. Todos tenemos una banda sonora de vida, aquellas canciones imprescindibles para el día a día, o para la vida. Pero sobre todo, en cada momento de nuestros estados de ánimo ahí tenemos música acompañándonos.


¿Por qué la música? Se pregunta Wolf, en este libro, porque ella nos permite “salir de la cueva donde sólo vivimos” y así “cantar, bailar, estar juntos y, también para llorar en soledad, cuando se impone el silencio sobre nosotros.” Porque, en todas partes y en todos los tiempos, hay música en lugar de nada.

Porque cuando hay humanidad, dice, hay música.

Los invito a hacer la banda sonora de su vida….¿por dónde empezamos?