jueves, 21 de marzo de 2019

¿Qué mundo sueñas? - Rutger Bregman por Virginia Baudino


Imaginemos lo imposible
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que camine nunca la alcanzaré.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano
Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
La urgencia climática, la crisis de las democracias, las desigualdades sociales y el retorno de los fascismos nos interpela para diseñar un nuevo horizonte. Si, como se pidió en el mayo del ’68 francés, la imaginación debe tomar por asalto el poder, probablemente la utopía deba ocupar de nuevo su lugar. Como escribió un periodista francés, y “¿si la sola forma de salvar el mundo sea reinventándolo?”.

Hace poco visité a mis padres. Siempre que hablamos con mi padre se recicla una vieja idea que tengo, entre otras, y es la de que cómo se hace para conservarlas intactas, que se adapten a todo tipo de explicación y resistan al paso del tiempo y a algunas evidencias que las contradicen. El psicólogo León Festinger le puso un nombre a esto: ‘disonancia cognitiva’. “Cuando la realidad choca con nuestras convicciones más profundas, preferimos recalibrar la realidad que corregir nuestra visión del mundo. No sólo eso, nos volvemos más inflexibles antes que modificar nuestras creencias.”

Si pensamos en esto, a pesar de las innumerables e innegables evidencias, es legítimo plantearse si efectivamente las nuevas ideas pueden cambiar el mundo, dice el historiador holandés Rutger Bregman en Utopía para realistas, (2016). Aunque la cuestión, según éste, no es si las nuevas ideas pueden derrotar a las viejas, sino cómo pueden hacerlo. Sin embargo, dice, los sociólogos, algunos psicólogos y politólogos han abierto una brecha en la argumentación de la disonancia cognitiva, al considerar que es la presión del grupo la que impide que cambiemos nuestra mirada. Pero, tranquilos…hay esperanza, porque a pesar de todo esto, sí es posible que una sola idea puede cambiarlo todo.

“¿Qué sentido tiene la libertad de afiliación si ya no nos afiliamos a nada? ¿Qué sentido tiene la libertad de cultos si ya no creemos en nada? Ya es hora de esbozar una nueva utopía.”“Preguntémonos, pues: ¿cómo hacemos realidad la utopía? ¿Cómo llevamos a la práctica las ideas?”



Todos sabemos cómo terminó el mayo ’68 francés, pero sus consignas aún siguen vigentes: ¿por qué no ser realistas y pedir lo imposible? “Literalmente, <<utópico>> significa ‘lo que no está en ningún lugar’. Se llama, desde Tomás Moro que acuñó la palabra, ‘utopía a toda descripción de una sociedad que se supone perfecta.”, Diccionario de Filosofía.

Bregman argumenta que, antes de ahora, si, antes, la abolición de la esclavitud y el derecho al voto de las mujeres, eran ideas utópicas, por lo tanto impensables de llevar a la práctica. ¿Qué me dicen ahora? El historiador holandés nos propone ‘utopías realistas’ como una renta básica. Sí! ya hay países ensayándola y sí, los resultados apuntan que dar dinero gratis funciona, y si eres escéptico, harías bien en leer su libro y empieza por rechazar la idea de que una vida sin pobreza es imposible y cámbiala porque una vida sin pobreza es un derecho.

También propone jornadas laborales reducidas de 15 horas semanales. Con el desarrollo de las nuevas tecnologías y las máquinas, se trabaja menos. Tenemos la opción de dejar a mucha gente en la calle o de reducir las horas de trabajo para que todo el mundo pueda acceder a tenerlo y así, tener más tiempo libre para vivir. La australiana Bronnie Ware, escribió en Los cinco arrepentimientos de los moribundos, en el que encontró que la mayoría de las personas se arrepiente de no haber tenido el coraje de hacer lo que quería y de haber trabajado tanto. Nadie se arrepiente, dice Bregman, de no haber presentado más Powers Points o de haber hecho mas encuestas o lobbies para los bancos.

“En la era de microchip, del contenedor y de la venta por internet, ser un poco mejor que el resto significa que no sólo has ganado la batalla, sino que has ganado la guerra. Los economistas denominan este fenómeno ‘la sociedad de todo para el ganador’.

 Me suena. El aumento del trabajo ‘sin sentido’ y absurdo, y por ende algo bien pagados, es abrumador. Hay que cambiar esto reestructurando la educación: “¿qué conceptos e ideales queremos que tengan nuestros hijos en 2030?". Por eso Bregman nos propone una utopía para realistas. Ha llegado la hora, nos dice, de redefinir nuestro concepto de trabajo. Gente, ¡ser banquero no compensa!

Rutger Bregman es muy optimista. Es contagiosamente optimista. Están los que no lo son como el filósofo italiano Giorgio Agamben que escribió sobre el pensamiento y el coraje de la desesperanza, en el que el verdadero coraje no es el de imaginar una alternativa sino el de aceptar las consecuencias de que no hay alternativas. O como dice el filósofo esloveno Slavoj Zizek, que el coraje está en admitir que la luz al final del túnel no es más que el faro de otro tren que nos lleva en sentido contrario.

El optimismo de Bregman, con Trump, Bolsonaro y los fascismos acechando a las puertas, es quizás una necesidad. Y es una necesidad bien fundamentada. Leer calma el alma.



¿Qué mundo sueñas? Hazte esta pregunta, y trabaja en ello. Piensa, imagina, desea…piensa que las mujeres pelearon, y mucho, por obtener el derecho al voto. Algo que hoy se ha olvidado fácilmente. Por ello, algo es seguro, si no hacemos nada y sólo protegemos el orden existente, el mundo seguirá como hasta ahora. Pero varias utopías políticas, ecológicas y sociales llaman a la puerta y urgentemente.

Cuando alma y espíritu
y cuerpo sepan,
y la luna sea bella porque la amé
y el mundo esté parado al filo
de la memoria y
sangre la luz detrás
del baño de su gracia, 
obligaremos al futuro
a volver otra vez.
Juan Gelman

martes, 5 de marzo de 2019

El amor después del amor por Virginia Baudino


Soy trampa entrampada.
Habitante habitado.
Abrazo abrazado.
Pregunta en respuesta a una pregunta.

El amor después del amor, Fito Paez


Viginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
La socióloga marroquí Eva Illouz ha escrito mucho sobre las emociones. Dice que desde sus
orígenes, y sepan disculparme mis amigos y amigas psicólogos, la sociología también se ha interesado por todas las formas de sufrimiento: la pobreza, las catástrofes, las desigualdades, las discriminaciones, las enfermedades, el amor….

Como viene siendo habitual desde sus orígenes, la sociología -nacida de la modernidad - ha metido su nariz en todos aquellos aspectos ligados justamente a la modernidad, a sus significados y a sus consecuencias, nos dice.

Generalmente, se cree que el dolor, el sufrimiento, la tristeza, la alegría – entre otros – pertenecen al ámbito de la vida personal. Sin embargo, hoy hay unas formas invisibles de sufrimiento amoroso, traducido en ansiedad, depresión, inseguridades varias, dice Illouz, que ponen en riesgo la estabilidad del sujeto y son objeto de estudio, también, de la sociología.


Así que aquí estoy otra vez reflexionando por escrito luego de una charla con Maribel y después de preguntarle a dos amigas de culturas orientales, árabes, cómo es en su cultura el amor y el amor con otros, y especialmente para las mujeres. Luego hice la misma pregunta a mis amigas y a mis hijas, que son de otra generación, y por supuesto, a mi madre. Ahí la cosa se complicó y mucho.

Empiezo con Maribel, que hace poco dio una charla sobre El amor y las mujeres en Madrid:

-Quería hacer un panorama sobre cómo antes del período romántico se obligaba a las mujeres -me explicó- a casarse con quien los hombres querían y el resultado no fue el que yo había pensado.

-¿No les interesó?

-Quizá es que hoy en día, y por suerte, somos incapaces de imaginar que se pueda disponer de la vida de una persona como se hacía antes con una mujer.

Charlamos bastante rato sobre esta experiencia y después, vinculándola a experiencias personales y de otros, recordé los trabajos de Illouz, que está muy en boga últimamente aunque no exenta de flancos débiles y críticas. Entonces se me ocurrió que la sociología podía quizás aportar una mirada interesante sobre un aspecto de la vida emocional de las personas que parece alejada de su ámbito de estudio, pero siendo la sociología mi lugar de apoyo, es el espacio desde donde puedo observar e intentar comprender o interpretar el run run, dicen algunos filósofos, del murmullo social... y yo tampoco estoy exenta de intentar comprenderme también desde estas perspectivas.


Por qué tanta gente recurre a todo el arsenal emocional – psicólogos, libros de autoayuda, terapias alternativas, programas de TV, turismo (sí, viajar dicen que ayuda), consumo, publicidad - que hoy hay a nuestra disposición, para tratar de abordar la vida emocional, con sus matices, especialmente en aquellos flancos de sufrimiento en los que nuestra cultura insiste que se debe a dificultades personales o a la convicción de “que el sufrimiento está constituido a la medida de nuestra historia psíquica.” Illouz intenta responder que, como he intentado mostrar en otros posts, no es algo solamente personal. Basta de echarse culpas personales, quizás lo que pasa es que cambiaron las formas de amar y de sufrir para todos y para todas en nuestra cultura.

Si aceptamos el hecho de que el sufrimiento amoroso es algo individual, entonces – y como se viene haciendo - el dolor se inscribiría en la historia personal y en la capacidad de autofigurarse del sujeto en cuestión, es decir, nosotros.

Pero entonces mete su nariz la sociología, dice Illouz, para argumentar “que los fracasos de nuestra esfera privada no son [sólo] consecuencia de una debilidad psíquica, sino que a los caprichos y sufrimientos de nuestra vida emocional le dan forma ciertos órdenes institucionales.” como nuestra cultura, con sus contradicciones, y que configura la identidad del yo.

La autora va a ir aún más lejos al sostener que “el amor y la sociedad de consumo están ligados”. Las prácticas de esta sociedad – occidental, por si quedaban dudas- se trasladan al ámbito emocional y sexual. Para no confundirnos, Illouz muestra a través de sus análisis, cómo estas transformaciones han tenido un rol importante en la lenta batalla de la autonomía de las mujeres (en este caso, heterosexuales).

En Por qué duele el amor, nos dice que la cultura actual no se lleva bien con el sufrimiento. Ahora, la dictadura de la felicidad, como ella la llama, se impone a toda costa. Es en culturas utilitarias, como la nuestra, donde el objetivo es el placer hay que esforzarse mucho por conseguirlo.

Le preguntaron a esta socióloga marroquí, por qué lo hacía o si su trabajo tenía un valor terapéutico, a lo que ella respondió que quizás el valor que tenía su trabajo era el de intentar comprender qué es lo que nos causa tanto dolor.

Entonces, ¿qué significa el amor para Illouz?  Dice que “el amor es un sostén social del yo. Amar significa movilizar la totalidad del yo como una capacidad esencial para entrar en conexión con otras personas y mejorar la existencia propia y ajena.” Pero, como Marx, quiere “demostrar que [al amor] lo producen y configuran ciertas relaciones sociales concretas, que circula en un mercado donde los actores compiten en desigualdad de condiciones y que algunas personas tienen mayor capacidad que otras para definir los términos en los que serán amadas.

Y es aquí donde las mujeres se encuentran no tan bien paradas como se cree, porque si bien actualmente son “más soberanas de su cuerpo y emociones, […] a la vez están más dominadas emocionalmente por los hombres de un modo que no tiene precedentes”, dice en La salvación del alma moderna.


Para esta socióloga, el amor permite entender la modernidad “pues enmarca dos revoluciones culturales importantes del siglo XX:
la individualización de los estilos de vida y la intensificación de los proyectos de vida emocionales y la economización de las relaciones sociales o, mejor explicado, la utilización generalizada de los modelos económicos para configurar el yo y sus emociones.” 
Para las personas, el amor puede ser fuente de felicidad, pero también de sufrimiento. Esto es lo que Illouz intenta desvelar, que no se debe quizás sólo a nuestra psiquis e historia personal, sino que la cultura en la que vivimos configura nuestra vida emocional a su medida.

Mi madre respondió:

- ¿Amor?, qué amor, Virginia. En esa época tu compañero era el que mejor hablaba políticamente, tenía un buen discurso, era líder, sabía y quería cambiar la sociedad. ¿Amor?

Mis hijas, dijeron, - estamos en el siglo XXI mamá, por favor, ya nada de lo de antes se lleva.

Mis amigas árabes dijeron: -ustedes las mujeres occidentales, usan y tiran. Nosotras tenemos prohibida la interacción con los hombres hasta el matrimonio. Y no es cuestión de amor.

A mis amigas decidí dejarlas paz. El debate está servido, Illouz entra al terreno y pisando fuerte.

Debe ser a elección.
Cambiar para que no cambie nada.
Es fácil, imposible, difícil, vale un intento.
Duerme con él como una cualquiera, única en el mundo.
Le parirá cuatro hijos, ningún hijo, uno.
Ingenua, más la que mejor aconseja.
Débil, más podrá con el peso.
No tiene cabeza, pues la tendrá.
¿A dónde corre?, ¿no está cansada?
Que no, un poco, mucho, no pasa nada.