lunes, 10 de febrero de 2020

Soy alguien que lee poesía



El Universo está hecho de historias,
no de átomos.
Muriel Rukeyser
Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
Hace unos cuantos años que leo poesía. Cuando era más chica, y fruto de la educación escolar, pensaba que la poesía era inentendible. Sin embargo, siempre volvía a ella, una y otra vez.

Poco a poco, empecé a encontrar en ella una lectura filosófica y estética de la vida. Incluso, leyendo a Juan Gelman o Paco Urondo, descubrí la poesía política en todo su esplendor. Si, se puede hablar de política en un poema. ¡Y cómo!

Con el tiempo, las mujeres -tan relegadas en literatura y en poesía – empezaron a ocupar un importante lugar en mis lecturas, hasta que hoy son mis preferidas. Con calidades diversas, sus poemas fueron reveladores, reconstructores de una identidad, de inquietudes, de búsquedas.
Los textos de Virginia Woolf son nodales en estas lecturas. Es a partir de sus reflexiones, que una dirige su mirada hacia un lugar negado que, en cierta medida cuestiona el orden establecido, dado por hecho. Una habitación propia es una declaración de derechos y una puerta a la autonomía de las mujeres.

La palabra escrita, hecha poesía, que también puede cuestionar el orden establecido “con una idea clara, la de desmantelar lo dado, sacudir las certezas, revisar el orden donde les toca vivir a las mujeres.”, argumentará Rossana Álvarez respecto a la poesía de Adrienne Rich y June Jordan.

Si algo hacen las mujeres es integrar o conectar los diferentes aspectos de su vida. A propósito de la poesía de Jordan, dice la propia Adrienne Rich que había logrado incorporar e integrar la poesía en todo lo que hacía: periodismo, teatro y activismo político. Pero especialmente, había integrado la poesía en su amistad con los otros.


Escribió Rich que “La poesía para ella [Jordan] no era un pabellón del jardín ni el simple testimonio de su vida interior. Por el contrario, creía que la poesía era un instrumento para fortalecer la solidaridad y el vínculo entre las personas, especialmente entre la población oprimida.”
Hey
Vengan
Salgan
Donde quiera que estén
Necesitamos reunirnos
En este árbol
Que no ha sido
Plantado
Todavía. 
(Invocación a las minorías silenciosas)

Evidentemente, antes de estas poetas están las que escriben en mi lengua materna. Todas ellas. Podría decirse que mi inmersión en la poesía coincidió con la partida de mi país. La partida, el movimiento, el viaje, la pérdida del territorio y de los afectos, la llegada y la transición a la integración, son elementos que ordenan estas lecturas. Mario Benedetti escribió sobre el exilio, sobre ‘las patrias interinas’, sobre las partidas y los regresos.


Silvia Barón Supervielle, que cambió de lengua y se convirtió en escritora al mismo tiempo, escribe en dos idiomas – español y francés -, desde las ‘dos orillas’, y dirá que para ella, “en la poesía todo es música, música hecha palabras.” 

Cambié de sitio
la fotografía
a fin de liberar
su mirada
de la mía.

Así, a veces lento y otras rápido, las poetas fueron golpeando a mis puertas y entrando unas tras otra, o juntas. A veces, una llevaba a otra. Y así llegó Alejandra Pizarnick y con ella, Luisa Futoransky:

Soy de otra parte, otro cuerpo, otro golfo
para que me entiendan
para que no me entiendan demasiado
por atajos y digresiones/escribo.
A mano limpia. A campo traviesa. 

Y Juana – mi querida Juana – Bignozzi:

¿Qué vas a hacer de tu vida juana?
¿Qué vas a hacer juana
con la juventud que aún te queda,
con las historias inverosímiles
los amigos en solfa,
los amigos en serio
y toda esta ternura
que quién sabe adónde irá a parar?
 Mujer de cierto orden


Juana escribe para ‘vivir la vida’, la de todos los días, “la compartida, la muy conversada y rescatada en versos que nos salvan de la fugacidad y el olvido.”  Escribe, como la gran mayoría de las poetas que me gustan, el día a día, el que puede ser el mío o el tuyo.

Y vino Gioconda Belli y su Apogeo: Dos cosas que yo no decidí decidieron mi vida: el país donde nací y el sexo con el que vine al mundo.

Y Olga Orozco:

Tú eras cuanto sabía de ese olvidado país de donde vine,
eras como el amparo de la lejanía,
como un latido entre las tinieblas.
¿Quién me oirá si no me oyes? 
                                                                 Si me puedes mirar

Ida Vitale y, por supuesto, Wislawa Zymborska, Edith Södergran, ¡Ajo! Que, gracias a Maribel, me dedicó un librito suyo. Y las poetas estadounidenses como Silvia Plath, Anne Sexton o Maggie Nelson que se enamoró de un color, el azul, aquel que sirve “para recordar que todas las palabras, no sólo algunas, se escriben en agua.”

“Supongamos que empiezo diciendo que me he enamorado de un color. Supongamos que digo esto como si se tratara de una confesión; supongamos que rasgo mi servilleta mientras hablamos. Empezó lentamente. Un día se volvió más serio. Luego se volvió, de algún modo, más personal. […] ¿Por qué azul? La gente me pregunta esto con frecuencia. No sé cómo responder. Quisiera contestar que no podemos elegir qué o a quién amamos. Simplemente no podemos elegir.”

Pero no es sólo una afición propia la poesía, es también compartida. Empezamos a enviarnos poemas con Maribel cuando me mudé a Francia. Y de ahí, empezamos a idear otras maneras de regalarlos a las amigas. Y Maribel creó sus Cuadernos de Poemas, y nos lo regaló. Y nosotras se los regalamos a nuestras amigas y a nuestras hijas.


Y así, regalando poesía hemos ido envolviéndonos de poesía, enredándonos en poesía. A mis amigas les mando tarjetas con poemas, recortes, hojitas que tardan mucho en llegar. Ellas no saben que nunca son versiones originales. Siempre, siempre, re-escribo los poemas que me gustan. Saco frases que para mí sobran, cambio palabras, recorto, cambio párrafos. Una versión original es improbable que caiga en sus manos. ¿Podríamos llamarle una ‘intervención’ del poema? ¿Una huella? ¿Un trazo? ¿Es el mismo? ¿Es uno nuevo?

No sé de corrientes poéticas, ni sé cuáles son las propiedades que tiene que tener un buen poema. No sé de métrica ni de rimas. No sé qué es una copla, una seguidilla, una redondilla o un cuarteto. Quizás me gusta la poesía moderna por sus versos libres. Soy alguien que lee poesía. A veces me gustan y otras no. La poesía sirve para explorarnos, cuestionarnos, resistirnos, no sólo a nosotras sino a nuestra comunidad. Y sirve también que las mujeres se relaten a ellas mismas, dice Rosa Berbel.

Escribió Maya Angelou:

Aprendí que las personas
olvidarán lo que dijiste
olvidarán lo que hiciste.
Pero las personas
nunca olvidarán
cómo las hiciste sentir.
¿Por qué deben existir las mañanas de los lunes?