viernes, 17 de abril de 2020

Abrir las puerta a otros relatos del mundo


Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.
María Mercedes Carranza
Virginia Baudino - virbaudino@gmail.com
En medio de tiempos difíciles, la lectura es algo que puede permitirnos interpretar nuestras vidas en este mundo indescifrable. Ella, nos muestra esas otras maneras de ser, de estar y de pensar este mundo.

Leo desde pequeña. Creo que siempre he leído. Pero en tiempos como estos, donde se nos incita compulsivamente a leer, no importa qué, no he podido hacerlo. Leo, pero de manera desordenada, poco, con sobresaltos e incluso con taquicardia.

Por eso se me ocurrió recordarme por qué leo, y cuáles son, si las hay, las particularidades de la lectura de las mujeres. Quizás así, pueda recordar lo que, dice Alain de Botton, realmente importa y así “encontrar la esperanza que necesitamos para transitar entre las dificultades de la vida”.

En 2005, Laure Adler y Stefan Bollman escribieron juntos una serie de libros. Las mujeres que leen son peligrosas (2205) y Las mujeres que escriben viven peligrosamente (2006) hicieron su aparición abordando, como bien lo dicen sus títulos, la lectura y la escritura femenina.

Laure Adler escribe Mujeres y libros, historia de una afinidad secreta; que resume perfectamente lo que ha sido el tránsito de las mujeres desde la lectura – negada al principio- hasta la producción de sus propios textos y a la introducción del ‘yo’ como una manera de tomar la palabra y construir un relato desde su perspectiva.

Que las mujeres han sido excluidas, silenciadas e invisibilizadas de las condiciones de producción artística, no es nada nuevo. Nuestra voz y nuestra experiencia han sido histórica y políticamente invisibilizadas.

Y como dice Peio Riaño, “las ausencias, las vejaciones, los eufemismos, los silencios, las tergiversaciones han hecho desparecer el relato de una parte de la población, las mujeres” y es imperativo recuperarlo, reconstruirlo y difundirlo.  “La historia de los oprimidos es un discontinuum”, escribió Walter Benjamin.


La filósofa belga, Vinciane Despret, cree que es indispensable abrir las puertas a las otras maneras de hacer historias para así construir otros relatos del mundo. Empecemos por abrir las puertas a esos otros relatos omitidos porque son posibles y necesarios. Esas historias posibles se construyen cuestionando el orden de cosas, desordenándolo, desacordándolo, y dispersándolo.

Por eso, es indispensable alimentarse de las narraciones de las mujeres como maneras de disputar al relato único. Dice Simone de Beauvoir que “querer ser libre es también querer que las otras mujeres sean libres.” Mi libertad es la de todas.

¿Cómo leo? ¿Por qué leo? Recordar quizás me aporte la calma necesaria para adentrarme nuevamente. Recordar, de latín recordari, volver a pasar por el corazón.
“En principio, están sus manos replegadas portando el objeto como si fuera sagrado. Sentimos el cuerpo entero concentrado, así como nuestro interior, eso que hay detrás de la superficie de la piel, que es sólo nuestro y que no se puede decir. Nosotras las mujeres y ellos los libros.”
“Entre nosotras y ellos circula una corriente cálida, una afinidad secreta, una relación extraña y singular llena de prohibiciones, de apropiaciones y de reincorporaciones. Porque un texto constituye, para las mujeres, un pozo de secretos, el vértigo, la posibilidad de ver el mundo de otra manera y de vivirlo diferente, puede dar el espaldarazo para dejar todo, para volar hacia otros horizontes, porque con la lectura podemos conquistar las armas de la libertad.” 
Leer implica cancelar el mundo, evadirse, resistir y emanciparse. Pero cómo hacerlo cuando, como dice la psicoanalista argentina Alexandra Kohan, es el mundo el que ha  sido abruptamente cancelado. 

Virginia Woolf escribió Una habitación propia, en el que indaga sobre la marginalización de las mujeres en la literatura y en el que estipula que una mujer debe disponer de algo de dinero y un cuarto propio para así poder producir un texto literario.

Cultivar ese espacio de una, me parece indispensable para poder construir nuestros propios recursos y así poder ir lo más lejos posible de lo que pensamos. La lectora va construyendo esa habitación propia de la que nos habla Virginia Woolf. Pero ¿cómo podemos apropiarnos de los recursos necesarios para comprender la realidad, nuestra realidad y la vida?

Leer y escribir nos demandan una gran atención, construir un espacio aislado, solitario y silencioso. 


Leer, para suspender el tiempo, leer para exorcizar los demonios, para luchar contra los dragones.
La lectora, dirá Adler, se apropia de su intimidad, está sola y nadie la ve leer. Stefan Bollmann agregará que, leyendo, en silencio, ella “establece con el libro una alianza: el libro como aprendizaje y conquista de la libertad.” No hay un solo libro en mi vida, hay muchos libros, todos esos libros leídos que me construyen como lectora.

¿Deberé podar las lavandas esta primavera? ¿Y los rosales? El tiempo está graciosamente soleado, precioso, como si el universo se estuviera riendo de nosotros, encerrados, confinados, domesticados. ¿Cuál es el jardín de mis sueños? ¿Qué lectora quiero ser?
“Las mujeres leen para comprender, para conocer los problemas del mundo, para tomar consciencia de su suerte, más allá de las barreras generacionales y geográficas.” Yo agregaría, que leen para tomar consciencia también de las barreras de clases y de género.
“La lectura entre mujeres, escrita por mujeres, teje un lazo de solidaridad” que inquieta al status quo. Las mujeres que leen son peligrosas.
Porque leer da ideas, da placer, nos transporta a otros mundos posibles y nos permite cuestionar todo. Y no nos niega nuestros problemas, no nos dice anímate. Los libros nos dicen, también, que la tristeza o el miedo, están inscritos en el contrato de la vida. Y que esto que ha llegado de golpe, no debe hacernos olvidar todas las dimensiones de la existencia humana, dice el filósofo André Comte-Sponville.


Leo de todo y sin complejos. Yo y los libros. Los libros y yo. Unos lazos sutiles se tienden entre yo y mi lectura y así la proclama de Gustave Flaubert Lean para vivir, cobra vital importancia.

Leo porque quiero, porque me gusta, porque me es indispensable. Acto solitario, la lectura nos permite realizar una suerte de caminata, en un sentido y en el otro, en la que nosotras buscamos respuestas a las cuestiones esenciales y vitales: ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? ¿quién soy? Para, como dirá Iván Jablonka, “hacer un poco más inteligible nuestras vidas.”

“La historia de todos los tiempos, y la de hoy especialmente, nos enseña que […] las mujeres serán olvidadas si ellas se olvidan de pensar sobre sí mismas” dijo la activista alemana Louise Otto-Peters. 

Muéstrame tu biblioteca y te diré quién eres.


Mi piel, el gesto de la boca,
son los días que he vivido,
ahora de repente abreviados
en la imagen que veo en el espejo.
Como viniendo de muy lejos,
toco con la yema de los dedos
todos los años
que en mis párpados son,
parpadeo,
el asombro primero,
luego el qué le vamos a hacer
se reflejan en el espejo.
María Mercedes Carranza