viernes, 6 de septiembre de 2019

Vacacionar o estar libre


Para profetizar hoy, basta con conocer
a los hombres [y mujeres]
tal como pueblan el mundo
en toda su desigualdad.
John Berger
Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
Es verano, época en la que si se puede, toca vacacionar. Vacacionar no es un concepto muy antiguo ya que, como tal, tiene una corta duración. Empezamos a tomar vacaciones cuando, gracias a los derechos laborales conquistados, se reconocieron éstas como tales y se comenzaron a pagar en los salarios de los trabajadores y trabajadoras.

Según el diccionario, vacacionar se deriva del verbo vaccare, que significa: estar libre, vacante o desocupado. Dice Susan Sontag que “Por primera vez en la historia, grupos numerosos de gente abandonan sus entornos habituales por breves períodos.” Así que estar de vacaciones, nos permite acceder a otro tiempo, que no es el tiempo social impuesto, sino un tiempo libre que yo misma voy a estructurar.

Para el antropólogo francés, Jean Didier-Urbain, especialista en turismo, vacacionar es una suerte de utopía, un paréntesis, que me permitirá beneficiarme de un realidad extra-social elegida y ajena a la impuesta.

Urbain irá más allá, ya que considera que hay que intentar abordar el turismo como un objeto que nos permite comprender la sociedad. Nuestra forma de vacacionar, y de viajar, dice también cómo somos.
Si se originaron como producto de las conquistas laborales de los trabajadores, ahora podemos decir que desde hace unos diez años, y con el boom de las redes sociales e internet, las vacaciones ya no son lo que eran.

Ahora, los que pueden viajan por menos tiempo, de manera breve, en forma de escapadas. Es lo que llama, un turismo de fuga espoleado por el placer del instante. Además, se viaja conectado, autorganizado y se es autónomo. ¡Bye bye a las agencias de viajes!

Urbain agrega que “la fragmentación de los tiempos de viajes hace de la cotidianeidad un espacio-tiempo suspendido entre dos viajes.” Algo así como que vivimos en una especie de transición entre dos escapadas.

Pero algo ha cambiado últimamente. Las redes sociales han transformado las vacaciones, entre otras tantas cosas. Y con la redes sociales también la fotografía, operando como difusores de modelos como nunca antes habíamos visto.


Las fotografías, según John Berger, son un registro de las cosas vistas. “Es el resultado de la decisión del fotógrafo de que merece la pena registrar que ese acontecimiento ha sido visto.” Tienen un mensaje y lo que muestra invoca lo que no muestra.  Y Sontag agrega que “fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación de poder.” 

Las fotos publicadas no son inocentes. En ellas la frontera vida privada-vida pública se diluye porque debe ser, lo que ahora se llama ‘instagramable’. Su formato (Facebook, Instagram) está dado de antemano, y se inscribe dentro de una estética publicitaria. Sí, ¡a ver quién tiene la vida más linda!

El resultado: fotos idénticas y uniformes de lugares y de paisajes. Tenemos la impresión de que todo el mundo pasa unas vacaciones idénticas, pero irreales. Sabes que si no has podido tomarte vacaciones, ahora hay sitios en internet donde puedes descargarte unas estupendísimas fotos para subir a las redes sociales y así hacer como si sí y no quedar fuera.

Sontag escribe en su libro Sobre la fotografía que la fotografía “Es un rito social, una protección contra la ansiedad y un instrumento de poder.” Contra la ansiedad que produce la inactividad laboral cuando se está de vacaciones presuntamente divirtiéndose.

La sociedad de consumo nos invita a consumir como todos, pero al mismo tiempo nos pide autenticidad, distinguirnos, y si es posible, nos pide mostrarnos más auténticos que los otros. Ya sabes, la foto colgada de la palmera si es posible.



Dice Jean Laurent Cassely que “La autenticidad es el fruto de la angustia de una sociedad de consumo de masas en la que todos somos idénticos e intercambiables, de una forma de competición social en la que los otros sean menos que yo, y de un sentimiento de nostalgia.”

Las fotos de las vacaciones en las redes sociales me traen a la memoria un libro escrito por la psicoanalista y filósofa Julia Kristeva, Las nuevas enfermedades del alma, en el que describe cómo en nuestra cultura, se aplanan las diferencias y las emociones produciendo ‘una reducción espectacular de la vida interior’.

Y agrega Kristeva, “presos del estrés, impacientes por ganar y por gastar, por disfrutar y morir, no tenemos ni el tiempo ni el espacio para hacernos un alma.” Y lo que es aún peor, no tenemos remordimiento por ello. Pero ahora hay que colgarlo.

Cada fotografía, dirá Berger, es, en realidad, un medio de comprobación, de confirmación y de construcción de una visión de la realidad. De ahí el papel crucial de la fotografía en la lucha ideológica. De ahí la necesidad de que entendamos un arma que estamos utilizando y que puede ser utilizada contra nosotros.”