viernes, 5 de mayo de 2023

Un mundo en el que todos se sientan bienvenidos - El Manifiesto Celeste de Pattie O’Green - Sylvia Molloy y Delphine Horvilleur






 Mañana, riéndose, me dirán los espejos:
no hay brillo en tus ojos, ni luz…
Contestaré bajito: ha venido la musa
y me arrebató el regalo divino.
Anna Ajmátova
Virginia Baudino - virbaudino@hotmail.com
Escribió Delphine Horvilleur que cada uno de nosotros conoce ese tipo de encuentro donde una persona real, o bien un texto, un cuadro, una canción, nos dice algo importante para construirnos – o reconstruirnos-.

Pensé en retomar el hilo de la escritura, que quedó en reposo este tiempo, un poco como si estuviera haciendo un garabato en el borde de una página, de manera casi automática, casi inconsciente. 

Me senté nuevamente frente a este desgarbado teclado en los albores de esta primavera que poco a poco se va instalando aquí. 

Tironeada entre escribir o no hacerlo, me rondaba eso que Alejandra Pizarnick escribió: ¿qué quiero escribir me pregunto y sobre qué, si en mí hay solo silencio? Entonces ¿por qué escribir? ¿para qué?

Mientras estas ideas me deambulan, tecleo letras que pronto se convertirán en frases, y así me voy dejando llevar por esos garabatos en forma de palabras que todo este tiempo he ido anotando imaginariamente. Tenía cierto temor de escribir. ¿De qué hacerlo? ¿Cómo hacerlo?

Empiezo a garabatear una lista, una especie de ayudamemoria que me sirve para esquivar los olvidos, como hace Sylvia Molloy: moverse, comer, dormir, leer, caminar.

Escribir como una inmediatez, escribe Tamara Kamennszain en Una intimidad inofensiva, sin ninguna pregunta que nos guíe, sin pedir permiso, sin ningún ritual.

Por eso me he lanzado a ello como cuando hago garabatos en los rincones de las páginas, sin reflexionar mucho. Y en este deambular se hace presente, sin proponérselo ese carácter que tiene la escritura, en la mitología griega,  de pharmakon, como el modo en que los mortales, cortos de memoria, se ayudaban para recordar.

Lo que me anda dando vueltas

El scarabocchio o gribouillage, garabato en español, es una palabra inventada en Italia al final del renacimiento para designar el dibujo que no entraba en el campo de las bellas artes o, de las artes bellas, y que permitía dar reposo al espíritu. 

¿Cómo es que estos gestos gráficos experimentales, transgresivos, regresivos o liberadores, que parecen no obedecer a ninguna ley, han permeado toda la creación artística? Leonardo Da Vinci es uno de los primeros artistas que reivindicaron la importancia, también, de un dibujo sin dibujo, recreativo y lejos de todo academicismo. ¡Eureka!

En el garabato, hay una dimensión liberadora, espontánea y subversiva, escriben Francesca Alberti y Diane Bodart. Todo es cuestión de la mirada.

Así que me he lanzado a garabatear, como una forma de volver a casa.

Formas de volver a casa
¿Aún conservas tu espacio?
Tu espacio único, propio y necesario
donde puedan hablarte tus propias voces,
solo para ti, donde puedas soñar.
Entonces sujétate fuerte, no te sueltes.
Doris Lessing



Ella sabe que podría intentar escribir, pero en cambio elige, con total impunidad, caminar. Tamara Kamenszain

El espíritu que guía mi travesía tiene mucho que ver con la flâneuse de Lauren Elkin, salir cuando nada te obliga, escribe Walter Benjamin a propósito, y seguir tu inspiración, como si el sólo hecho de torcer a derecha o izquierda fuera en sí mismo un acto esencialmente poético.

Una pregunta se me instala en este deambular: ¿Somos seres inconsolables? 

Según la filósofa belga Adèle Van Reeth, somos seres inconsolables porque sabemos que la eternidad no nos es posible. A esto ella le llama la gran tristeza. No hay posibilidad de consuelo, ni de parte de la literatura ni de la filosofía porque somos conscientes de nuestra finitud.

El tiempo nos ha vaciado de fulgor.
Pero la oscuridad sigue poblada de luciérnagas.
Gioconda Belli

Perderse, extraviarse, pero para volver siempre a casa, a esa casa abierta, porque vengo de un lugar en el que todo se construye poco a poco.

Las diosas…neoliberales
Es absurdo que viva angustiada
y que los recuerdos me acosen.
No visito la memoria a menudo,
pero ella siempre viene a asombrarme.
Anna Ajmátova

Pattie O’Green es muchas cosas: historiadora del arte, horticultora, jardinera, arboricultora y yogui. Escribió Manifiesto Celeste. 

En este libro nos cuenta que, en un período en el que atravesó momentos de desánimos y de turbulencias, se lanzó a la búsqueda de experiencias e informaciones que la ayudaran a atravesarlos. Y yo me aventuré a leerla.



Pattie O’Green aprendió algunas cosas que encuentro interesantes y que quiero compartir aquí: 

(i) Aléjate de la gente que te explica la vida, especialmente de aquellos practicantes de yoga que te explican la vida siguiendo ciertos ateliers de meditación como si se trataran de cursos de gestión empresarial. Tres créditos: ¡magnífico! ya eres yogui.

A esto le llama moralismo yóguico: respira y repite ‘el mundo es bello, viva el status quo’. 

Practico yoga hace 20 años, me encanta, pero no logro congraciarme con estos elementos de la práctica.

(ii) Cuando controles tus pensamientos, te dicen estas personas, controlarás tu vida,Virginia. Según estos dudosos especialistas, tu situación es el resultado de tu interioridad. 

Tú has elegido lo que te pasa, Virginia. Y así, en sólo cinco minutos, todos los estudios sociológicos y psicológicos son tirados a la basura. Y no es para reír, tienen millones de adeptos. Créanme, escucho esto a diario. 

(iii) Gratitud Pattie: acoge y acepta. Tener gratitud en la abundancia y estando en una situación privilegiada, nos dice esta autora, se asemeja menos a una toma de consciencia que a un individualismo posesivo en búsqueda de absolución. Responsabilidad hacia los otros y las situaciones que los atraviesan, escribe, sería un buen punto de partida en esta cultura del individualismo acérrimo.

(iv) Cuando las personas atraviesan enfermedades, se instala la decepción. Los dudosos especialistas nos dicen que estas son el producto de ciertas maneras de pensar, de ciertas creencias, de ciertos sufrimientos físicos no sanados.

Estas argumentaciones ponen toda la responsabilidad (culpabilidad, escribe la autora) sobre aquel o aquella que la padece. El enfermo debe aprender a acoger la enfermedad como si fuera de su propia creación, y debe aceptar también que su curación es su responsabilidad.

(v) Estar sanos, para las personas que me explican la vida, dice O’Green, es un éxito individual, una cuestión de poder personal. Es increíble cómo se ha ignorado la responsabilidad colectiva. Como si el mundo exterior no tuviera nada que ver con mi pequeño mundo interior.

(vi) Por ello, a las personas que hablan de sus dificultades – especialmente mujeres - se les sugiere trabajar el amor propio. Es curioso esto del amor propio. 

El mensaje es el siguiente: si tú te amas como corresponde, eso no debería pasarte. Y si pasa, es para que aprendas algo y sigas adelante (en piloto automático) con tu estupenda vida.

(vii) Para consolidar tu amor propio, es necesario que identifiques lo que quieres – ambiciones, posesiones, éxitos personales - y que luego determines las etapas necesarias para conseguirlo. Empoderamiento le llaman ahora. Un personaje de la serie Unbreakable Kimmy Schmidt, Titus Andromedon, decía a propósito de esto: -¡Qué clase de sin sentido blanco es ese! 

(viii) El amor propio, escribe Terese Marie Mailhot, es una invención de los blancos para separar a las personas. Ella le llama capitalismo identitario. Nunca encontró tanto capitalismo identitario como en las reuniones por el empoderamiento, en las que te dicen que debes encontrar el sentido de TU vida, para realizar TUS sueños para encontrar a alguien que TE merezca (porque eres estupendísima). 

(ix) Todas las empresas solitarias (coaching, astrología, yoga, centros de femineidad) existen porque postulan que solo hay una voluntad individual de existir y de emanciparse: la TUYA.

(x) En el centro de este capitalismo identitario se disimula la idea implícita que la realización personal – lo que es bueno para mí - es un derecho innato, universal, intemporal y no contextual y privilegiado. 

Nunca se habla de realización colectiva. ¿Cuándo será el momento de un amor colectivo? ¿Cuándo desearemos desarrollar la confianza en un nosotros?

(xi) Finalmente, todo esto nos convierte en emprendedores espirituales, escribe Pattie O’Green. Tienes que hacer TU lugar en el mundo y, por supuesto, en el mercado. Así, somos una especie de agentes espirituales en libre competición, argumenta la autora. Somos la supremacía del individualismo a ultranza. 

(xii) Para terminar, nos dice, si sigues los caminos trazados por esas redes de empoderamiento individual, todas seremos unas verdaderas diosas neoliberales sosteniendo un sistema que recompensa la competencia y la violencia y que desprecia la compasión y el cuidado. ¡Eureka!


Contrarrestar los desánimos
¿Dos? Contra la pared del este,
junto a espesos arbustos de frambuesas,
hay una rama oscura, fresca, de saúco…
Es un mensaje de Marina.
Anna Ajmátova


El éxito dentro de este sistema es sospechoso. No sé a ustedes, pero a mí, me parece dudoso. El sufrimiento es un hecho. Lo importante es decidir qué hacemos con él. 

Escribe Jessa Crispin que es importante que usemos nuestro sufrimiento como un puente hacia la empatía. Debemos recordar que nuestro mundo no tiene por qué ser así. No tenemos que recompensar la explotación, escribe, no tenemos por qué apoyar la degradación del planeta, de nuestras almas, de nuestros cuerpos. Podemos resistir. 

Se trata de desmenuzar nuestra cultura y explicitar cómo funciona a base de dinero, cómo recompensa la inhumanidad, cómo incita a la desconexión y el aislamiento, cómo genera una desigualdad y un sufrimiento enormes, continúa esta escritora.

Sabemos, claro que lo sabemos, lo que hay. Pero si somos conscientes de ello, por qué somos capaces de imaginar el fin del mundo, pero no el del capitalismo, se preguntaba Mark Fisher. 

¿Por qué no somos capaces, como argumenta Zizek, de imaginar una alternativa? 

El capitalismo es lo que queda en pie cuando las creencias colapsan en el nivel de la elaboración ritual o simbólica, dejando como resto solamente al consumidor-espectador que camina a tientas entre reliquias y ruinas, escribe Fisher en Realismo capitalista. El famoso slogan de Margaret Thatcher ¿No hay alternativa? se volvió una profecía autocumplida.

Entidad infinitamente plástica, capaz de absorber todo y más, ha incorporado todo de forma exitosa, penetra en cada poro y ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable.

Para esto sólo hace falta observar aquello que se denomina alternativo o independiente, para darse cuenta de que, también, forman parte de la gran maquinaria cultural de este capitalismo predatorio despiadado.

El sistema es más viejo que nosotros. Por ello, debemos crear alianzas, cuidarnos entre nosotros, establecer redes de solidaridad y cuidado mutuo para hacer frente a las dificultades y a la desigualdad. 

Podemos hacer el bien, pero tenemos un problema si lo hacemos poniendo adelante solo lo que es bueno para mí. Debemos intentar, dice Crispin, crear un mundo en el que todo el mundo se sienta libre y bienvenido. Para encontrar nuevos modos de existir tenemos que rechazar las recompensas que nos habían prometido si entrábamos en el juego.

Debemos comportarnos como auténticos seres humanos, termina. Y yo vuelvo sobre una pregunta que me roda desde el principio: ¿Somos seres inconsolables? Y si sí, ¿cómo hacemos para continuar?

De nuevo: la vida – o sea,
la exactitud de los poemas.
Marina Tsvetáieva









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