jueves, 7 de enero de 2021

Como los árboles, nuestros caminos son infinitos

 


Para sobrevivir en la frontera

debes vivir sin fronteras

ser un cruce de caminos.

Gloria Anzaldúa

Hace poco leí un precioso artículo de Guillermo Altares, Los señores de las brisas, en el que se elogiaba la capacidad de resistencia de los árboles. Probablemente, unos de los seres vivos más antiguos del planeta. 

Emiten sonidos, nos susurran historias a través del viento, nos acompañan en nuestro pasaje y son un reservorio de relatos. Altares nos cuenta que, en Hiroshima, en el jardín Shukkeien, brotó un Ginkgo biloba la primavera posterior a la explosión de la bomba atómica.

El escritor uruguayo, Ariel Dorfman, profundamente emocionado por esto escribió que “la supervivencia de estos árboles constituye un mensaje de esperanza en medio de la lluvia negra de la desolación: es posible nutrir la vida y conservarla, pero debemos a la vez recelar de las fuerzas que nosotros mismos hemos desatado”

Como Altares deja constancia en su artículo, la naturaleza nunca concluye nada y siempre se reinventa en su proceso de vida. De manera similar, vivimos una época de grandes cambios que tocan a todos los seres vivos y hemos sido invitados e invitadas a repensar el mundo, nuestra relación con éste y con la diversidad de seres vivos, con el fin de hacerlo más justo. 

El camino de los árboles es infinito, concluye el autor, y es una metáfora de la que se sirve también la paisajista francesa Céline Bauman. Ella resalta la capacidad de adaptación de los árboles para defender la diversidad en la naturaleza. 

                                                                        Bárbara Drausal

Bauman nos propone aprender de la convivencia en el bosque: “Me gusta darles mi voz a las plantas […] Las plantas, los árboles y los arbustos no pueden, obviamente, hablar con palabras, pero dicen cosas. Nos advierten de problemas. Construyen soluciones.” 

Por ello, Bauman nos propone un proyecto muy curioso: el Parlamento de las plantas, en el que según Anatxu Zabalbeascoa, “ella da voz a las ideas sobre el cuidado del medio ambiente, la ecología, la inclusividad y la diversidad que rigen la convivencia entre los árboles, los arbustos y las plantas y que – según esta paisajista– son mucho más cabales y civilizadas que las que proponen y discuten los políticos de cualquier parlamento”.

En el bosque, las especies se mezclan, se conectan, se prestan agua, dejan que sus raíces se toquen y, entre todos permiten una convivencia inclusiva que hace posible una gran diversidad. 

Leyendo sobre árboles, y caminando entre ellos, me pregunté por esa fascinación mía por los bosques, como ese lugar donde una se repone y encuentra calma. Pero también como un espacio de vida, aún incluso en los meses fríos del invierno. ¿Será hereditaria esta pasión? Mi papá vive entre árboles…

Rebuscando, me topé casi de bruces con el trabajo artístico de la escultora keniata Wangechi Mutu, y su obra Tree Woman, una amazona medio-mujer y medio-árbol que despertó mi interés. 


Tree Woman , 2016 TIERRA
roja, pulpa de papel, pegamento para madera y madera

 Desde su posición como mujer, Wangechi Mutu se cuestiona constantemente ¿qué significa ser mujer? Con esto en mente, se propondrá reinterpretar el retrato femenino en búsqueda de nuevos paradigmas con los cuales identificarse. Tarea nada fácil si se quiere salir de los estereotipos y patrones dominantes. 

En un andar similar, la joven filósofa y ecofeminista francesa, Émilie Hache, propone formas de reapropiación de nuestros cuerpos, nuestro espíritu y nuestro medio ambiente. La modernidad, escribe, se ha construido sobre el doble proceso de destrucción de la naturaleza y de la opresión de las mujeres. En relación con esto, los trabajos de la italiana Silvia Federicci sobre las cazas de brujas, han sido esclarecedores.

La bruja, mujer rebelde en contacto con las fuerzas de la naturaleza y consciente de su poder, representa la figura de la revuelta contra las múltiples formas de opresión. La bruja de la modernidad renacerá de sus cenizas como una figura de resistencia al orden establecido. 

Las que reflexionan sobre la relación entre la naturaleza y las mujeres son muchas e inspiradoras. Artistas, escritoras, filósofas, científicas, campesinas, indígenas, agricultoras, poetas…en definitiva, mujeres comprometidas con la defensa del ecosistema de manera que todos y todas podamos vivir lo mejor posible. 

Mientras empecé a escribir este texto fui andando por un camino hecho por mujeres, estrechamente conectadas con la naturaleza y los antiguos rituales, similar a mis paseos por el bosquecillo de mi casa. 

Y así encontré los trabajos de las Guerrilla Girls, del movimiento W.I.T.C.H., del colectivo feminista boliviano Mujeres Creando, del Hydrofeminsimo de Astrida Neimanis, de los feminismos del sur, del movimiento Chipko en India o  de los textos y poemas de la filósofa Gloria Anzalúa.

Esta última escribió que “en mí está la rebeldía encimita de mi carne” y habla de la escritura-orgánica, del texto vivo, como un arma de resistencia. Ella se preguntará, ¿qué soy?

La relación de las mujeres con la naturaleza ha levantado muchas ampollas en algunos de las corrientes feministas dominantes, especialmente la del llamado feminismo liberal donde esta suposición ha sido desvalorizada.


Las luchas de las mujeres son innumerables. En el contexto actual, el ecofeminismo aporta, según la socióloga argentina Maristella Svampa, “una mirada sobre las necesidades sociales […] desde el rescate de la cultura del cuidado como inspiración central para pensar una sociedad sostenible, a través de valores como la reciprocidad, la cooperación y la complementariedad.[…] Se busca debatir sobre tierras, territorios, cuerpos y representaciones.” Sin olvidar, la íntima relación existente entre la explotación de la naturaleza y de las mujeres por parte el capitalismo.

 Vandana Shiva, escribió que “En la mayoría de las culturas, las mujereas han sido las guardianas de la biodiversidad. Ellas producen, reproducen, consumen y conservan la biodiversidad en la práctica de la agricultura. Sin embargo, al igual que todos los otros aspectos de su trabajo y su saber, la contribución de las mujeres al desarrollo y la conservación de la biodiversidad se ha presentado como un no-trabajo y un no-conocimiento.”

Mi hermana ha cumplido un sueño este año, ha construido su invernadero. Las plantas y semillas pueblan su casa, y anda siempre viendo la manera de recuperar y reciclar todas las posibles. Guarda en una primorosa cajita, las semillas que todos le regalamos. Mis amigas andan armando composts para recuperar los desechos orgánicos, y ya tienen sus pequeños brotes en las huertas que han construido. 

                                                                  Bárbara Drausal


Muchas mujeres, de culturas y clases diferentes, plantan. Plantan para sobrevivir, plantan para vivir. Para muchas, la tierra sigue siendo un refugio en los tiempos convulsos que corren. 

Como los árboles, nuestros caminos son infinitos. Las ecofeministas nos muestran caminos. Es buen tiempo para seguirlas.

¿qué significa árbol?

raíces

y sin embargo cielo.

Luisa Peluffo


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