miércoles, 7 de septiembre de 2022

Caminar la vida, escuchar nuestra amable voz interior - David Le Breton y David Foster Wallace. Alain Corbain y Helène Lovensbruck




 Respeta cualquier dolor que traigas de vuelta
de tus sueños
pero no busques dioses nuevos
en el mar
ni en parte alguna del arcoíris.
Cada vez que ames
ama profundamente
como si fuese
para siempre
sólo que nada 
es eterno.
Audre Lorde

Virginia Baudino virbaudino@hotmail.com

Han pasado casi dos meses desde la última vez que escribí. Me siento otra vez frente a esta computadora que está bastante vieja, casi casi al borde del deceso. Pero es en esta máquina cuasi agonizante en la que solo puedo escribir. ¿Quiere esto decir que yo vivo en el pasado?

Cuando la enciendo, ella se toma su tiempo, como si poco a poco fuera desperezándose. Salen unos recurrentes mensajes: ‘tiene poco espacio’ o ‘hay nuevas actualizaciones’. Suelo procastinar con los deberes computacionales y así voy pulsando el ‘recordármelo más tarde’. 

Siempre me digo que un día no va a arrancar y entonces ¿qué haré yo? La necesito. No quiero otra más nueva, ni más rápida, ni con más espacio y nuevas actualizaciones.

Yo la quiero a ella, aunque en el fondo de mí sé que en cuanto una nueva caiga en mis manos, mi lealtad cambiará rápidamente. Pero hoy, lanzo algunos deseos al aire y pienso fuerte para que siga acompañándome en este camino. ¿Qué secretos de mí guarda en su memoria?

El intenso agosto ha pasado y este calor inusual, largo, larguísimo, parece no tener fin. Sin embargo, caminando en el bosque, he comenzado a percibir los signos del cansancio estival. Maribel me ha dicho que los españoles tienen una palabra para esto: agostado. Define perfectamente la vegetación del final del verano a la que le falta un riego, el de agosto.

Así pues, el bosque aquí está agostado. Y puede que yo también. Es curioso el verano. Por un lado, es el momento obligado del reposo, y por el otro, es el de la diversión obligatoria. 

¿Qué pasa cuando tu manera de vivir el verano contradice los presupuestos de diversión dominantes? La llegada del verano me llena de contradicciones. La primera es la de la imposición casi ineludible de la felicidad absoluta. La segunda, para asegurar esta meta inalcanzable, la diversión es la puerta asegurada. Y por supuesto, viajar desaforadamente. Te tiene que encantar el calor inaudito, y la alegría generalizada que de golpe se apodera de la gente.

Así, se supone que la vida debe pararse y nos debemos consagrar a unas formas de diversión que me dejan absolutamente asombrada. Aún no logro entender esa especie de alegría artificial desaforada que se impone por todos lados. ¿Eso es alegría? ¿Qué es la diversión?

David Foster Wallace escribió un magnífico libro cuyo título me viene al pelo aquí: Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer. En este libro, el autor, describe con muchísimos detalles un viaje en un crucero de lujo por el caribe que tuvo que realizar para una muy pequeña revista. Un viaje en el que de por sí, la diversión -se supone - está asegurada.

"He visto playas de sacarosa y aguas de un azul muy brillante. He visto un traje informal completamente rojo con solapas evasé. He notado el olor de la loción bronceadora extendida sobre diez mil kilos de carne caliente. Me han llamado <<colega>> en tres países distintos. He visto a quinientos americanos pijos bailar el Electric Slide. He visto atardeceres que parecían manipulados por ordenador y una luna tropical que parecía más una especie de limón obscenamente grande y suspendido que la vieja luna de piedra a la que estoy acostumbrado. He bailado (muy brevemente) la conga. […]."



Aquí está la cosa. Unas vacaciones son un respiro de todo lo desagradable, y dado que la conciencia de la muerte y la decadencia son desagradables, parece extraño que la fantasía suprema de vacaciones de los americanos consista en ser plantificados en medio de una enorme máquina primordial. Pero en un crucero de lujo, somos hábilmente involucrados en la construcción de diversas fantasías de triunfo que giran alrededor de la muerte y la podredumbre. Un método para triunfar pasa por los rigores de la mejora personal; y el mantenimiento anfetamínico que llevaba a cabo su tripulación en un equivalente poco sutil del acicalamiento personal: dieta, ejercicio, suplementos de megavitaminas, cirugía plástica, seminarios de gestión del tiempo, etcétera.

Si después de leerlo te quedan ganas de subir a un crucero de lujo por el caribe, te felicito. Foster Wallace es capaz de atacar cualquier tópico y desmenuzarlo hasta el hartazgo. A veces va demasiado al fondo del asunto, pero siempre suele provocarnos una carcajada. No le escapa al bulto, y en sus relatos, él no queda afuera del escrutinio. Ácido, despelleja al americano medio y su gusto chabacano. ¿Qué tendremos que decir de las hordas de gente arrasando con todo?

Me quedo más tranquila, empiezo a respirar, sobrevivo al calor y evito que se me fría el cerebro. ¿Lo evito? A veces no lo consigo, pero me aboco a ello como una tarea titánica: sobrevivir al verano. 

"Confieso que nunca he entendido porqué tanta gente cree que para divertirse hay que ponerse chanclas y gafas de sol y arrastrarse por carreteras donde el tráfico es enloquecedor hasta lugares turísticos abarrotados y calurosos a fin de paladear un <<sabor local>> que por definición queda estropeado por la presencia de turistas. […] Ser un turista de masas, para mí, equivale a convertirse en un puro americano de los tiempos que corren: foráneo, ignorante, codicioso de algo que nunca se puede tener y decepcionado de una forma que nunca se puede admitir. Implica estropear la misma cosa no estropeada que uno ha ido a experimentar. […] Implica, en las colas y en los atascos y en las transacciones sin fin, afrontar una dimensión de uno mismo que resulta tan ineludible como dolorosa". Hablemos de Langostas.

¿Hay un motivo más interesante que la confusión y la extrañeza para escribir? Si, que te paguen por hacerlo.


I. Caminar

Recuerda que nuestro sol
no es la estrella más destacada
sino la más cercana.
Audre Lorde


¿Qué sabemos del poder misterioso de nuestro cuerpo? Un poder que es una incógnita y que se reserva inaccesible para nuestro espíritu. ¿Qué dice nuestro cuerpo de nosotros mismos? 

Aunque no hayamos aún aprendido a descifrar las señales que nos envía, sabemos que es inteligente y que dice mucho de nosotros, de nuestro pasado, de nuestros deseos, de nuestros miedos, de nuestras alegrías y de nuestro cansancio.

Caminar es una manera de hacer acto de presencia activa en el mundo, de consciencia. Caminar la vida es el último libro del sociólogo David Le Breton que, este agosto, ha caído en mis manos.

Contra la tendencia a la inmovilidad y el sedentarismo que se impone en nuestras sociedades, caminar nos pone en contacto con nosotros mismos y con nuestra existencia, argumenta. Dime cómo caminas, y te diré cómo eres.

Le Breton escribe que, el caminante redescubre su cuerpo, y rompe con las exigencias de eficiencia, competencia y performance. La caminata no es un deber, es un juego, en el que la naturaleza es una compañera amable que nos acompaña sin esfuerzo. Y es muy económico, no da estatus, no te hace más cool.

"En nuestras sociedades materialistas, la caminata nos sumerge en nosotros mismos, impone una ruptura con los problemas cotidianos, reconcilia la vida contemplativa con el movimiento físico, el pensamiento con el esfuerzo, la interioridad con los problemas que sobrevuelan el terreno, la atención al medio ambiente y a los otros. […] En un mundo utilitarista donde todo debe servir, ella recupera la pasión por lo inútil", escribe.

Los senderos son lugares raros en los que las diferencias sociales, culturales, económicas o generacionales no impiden los encuentros y los intercambios. Caminar es existir. Existere. Y yo me aboco a la ardua tarea de volver a caminar.



II. ¿Llueve?

Ojalá que nunca deba
nada que no pueda devolver.
Audre Lorde

¿Cómo se percibía la lluvia en el siglo XIX? El sociólogo francés, Alain Corbain, nos habla de un fenómeno que todos creemos muy trivial. Cuántas veces te pasó que en el silencio que se impone en el ascensor no te queda más que responder a la cuestión climática: - ¡qué calor que hace este verano! o – parece que va a llover toda la semana.

Corbain, para salvarnos de análisis más profundos sobre la necesidad de las personas de hablar en un ascensor con desconocidos, y especialmente sobre el clima, investiga, sobre la metéo-sensibilidad. El autor se ha consagrado a una suerte de historia de las sensibilidades. ¡Qué curioso! A más de uno, y de una, le vendría bien explorar su sensibilidad y la de los otros….

Una amiga me preguntó que cómo me llevaba con los días de lluvia. A ella, le encantan. Fantasea con quedarse en la cama y leer. Yo le dije que depende mucho del humor de ese día. Hay días lluviosos que me encantan y otros que son un engorro. Quisiera ser capaz de quedarme en la cama, leyendo, mientras una incipiente lluvia otoñal lo cubre todo. Pero ya ves, quisiera…

La meteo-sensibilidad se ocupa de descifrar las correspondencias entre el humor -el estado del alma- y el estado del cielo. Algo que Jean Jacques Rousseau llamó el barómetro del alma. Tu día puede estar condicionado si hay sol o llueve. A veces, un tornado o una tormenta nos vendrían muy bien.

Pensando en la alegría impuesta, en recuperar el cuerpo para caminar y en descifrar la sensibilidad asociada a la meteorología (¡no se rían!), me he dado cuenta de la dispersión que se ha apoderado de mis inquietudes. O mejor dicho, una mayor dispersión que la habitual. 

He intentado que este escrito quede más redondito, pero nada he podido hacer para conseguirlo, sólo escribir: bienvenida dispersión. Esta mirada que se entromete en todo, sólo transmite dudas sobre este andar a ciegas.

Y mientras lo escribo, me topo con las reflexiones de Helène Lovensbruck sobre todas las formas que tiene nuestra voz interior. ¿Es la mía que nunca se calla? A veces, esta voz interior, es intencional otras, es espontánea. Algunas, se parece a un diálogo amable, otras a un monólogo. La mía es rebelde, hace lo que quiere. Y otra vez, me he ido por las ramas. 

Delinear con fragmentos, algunos superpuestos, otros opuestos y otros que se rechazan. Palabras que se escabullen, otras que esperan, y otras que irrumpen con irreverencia, impacientes. A veces, hay que pasar por las historias de otros para llegar a la de una.


Hay algo muy sutil y muy hondo
en volver a mirar el camino andado…
El camino donde sin dejar huella
se dejó la vida entera.
Dulce María Loynaz






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